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Ignacio Foncillas
AnálisisIgnacio Foncillas

Trump ya ha ganado la batalla cultural

Para vencer, la derecha española debe asumir una agenda libertaria

Actualizada 04:30

El presidente Donald Trump firma una orden ejecutiva para cerrar el Departamento de Educación

El presidente Donald Trump firma una orden ejecutiva para cerrar el Departamento de EducaciónMandel Ngan / AFP

Trump, con DOGE y su empuje anti-woke, ha transformado radicalmente el paisaje político y social estadounidense, arrebatando a la izquierda el monopolio histórico del discurso público. Al atacar frontalmente al movimiento woke y utilizar hábilmente las redes sociales para diseminar sus mensajes, Trump ha redefinido el debate público, situando a los demócratas en una incómoda defensiva permanente.

El dominio histórico de la izquierda

Los medios tradicionales, tanto en EE. UU. como en Europa, han estado siempre marcadamente alineados con las ideas progresistas. Según recientes estudios de los doctores Rozado y Kaufmann, el trato preferencial hacia la extrema izquierda frente a la extrema derecha es evidente y profundamente arraigado en todo el espectro periodístico norteamericano. Este sesgo mediático, respaldado intelectualmente por los departamentos de ciencias sociales de las universidades de élite, financiadas masivamente con subvenciones federales, ha creado un entorno en el que desafiar el consenso progresista es la antesala de una exclusión social y académica casi total.

Al mismo tiempo, el partido demócrata ha sido extremadamente efectivo en promocionar su agenda a través de financiaciones estratégicas en elecciones locales, que en Estados Unidos tienen un impacto sobredimensionado en la vida diaria de los ciudadanos. Con este enfoque significativo en las elecciones locales a estamentos como consejos educativos, elecciones de fiscales progresistas y «boards of trustees» de condados, se aseguran que su agenda es promovida y se perpetua a través de las políticas educativas y los sistemas de subvención.

A nivel internacional, la estrategia se centra en la financiación opaca de organismos internacionales como la OMS o la UNESCO, supuestamente objetivos, que a través de informes teóricamente académicos y aparentemente neutrales -- financiados principalmente por fondos federales – validan sus puntos de vista como verdades irrefutables. Basta observar cómo estos informes son usados para imponer políticas energéticas restrictivas en Europa o cómo las directrices de la OMS condicionaron las decisiones sanitarias durante la pandemia, o promover políticas migratorias que han generado profundas crisis sociales en países como Alemania o Suecia.

Trump, el Reagan loco de la era digital

Trump rompe el discurso público pro-demócrata, con dos mecanismos extraídos directamente de los utilizados por Reagan 40 años atrás. Resaltar, con ironía y sorna, los excesos de las políticas prevalentes, usando casos que aquí se conocen como 80-20 (donde la gran mayoría de la población ya está de acuerdo con el mensaje). Ejemplos abundan. Desde la participación de atletas trans en deportes de mujeres o relatar el desperdicio del gasto público (USAID) promocionando políticas LGTB en países remotos (véase la ópera transgénero en Colombia que recibió 15 millones de la administración americana), deportación de criminales de pandillas violentas extranjeras (Tren de Aragua, M13, etc.) o las promesas de reindustrialización de la América del midwest, resaltando las «inequities» del actual sistema de aranceles, que ha resultado en la exportación de millones de puestos de trabajo americanos al lejano oriente y a México. Todos sus ejemplos están cuidadosamente dirigidos hacia grupos concretos de votantes clave. Economía para la clase trabajadora, inmigración para la clase media preocupada por la seguridad, gasto público para el votante republicano tradicional, los excesos trans para los padres de familia con hijas.

Al tiempo que se limita el discurso, los operativos de Trump repiten estos ejemplos machacadamente sin dejar que los periodistas les distraigan del mensaje, y forzando así, que ese sea el titular del telediario, el periódico, o el medio al que este destinada la bomba guiada. Asimismo, su uso magistral de las redes sociales elimina intermediarios, obligando incluso a sus adversarios a debatir en terreno incómodo. Esta arma, que no estaba disponible en la época de Reagan, ha permitido a Trump amplificar su mensaje de un modo inimaginable hace solo 6 años. Los demócratas, incluso estando en profundo desacuerdo con Trump se ven obligados a tratar temas que siempre han esquivado hábilmente. ¿Cómo se puede defender que un chico trans de 16 años compita con chicas de su edad? ¿Cómo se justifica el despilfarro de las innumerables agencias independientes del gobierno federal? ¿Cómo se explica, mientras nuestros hijos vuelven en sacos de plástico de defender guerras que no nos atañen, que los europeos no se gasten un duro en su propia defensa? La respuesta a estas preguntas es casi irrelevante. Desde el momento que se convierten en el centro de la conversación en la plaza pública, la batalla está ganada. A modo de ejemplo, vamos a adentrarnos en un área específica. La racionalización del estado a través de DOGE.

DOGE

La batalla por la racionalización del estado, liderada por Elon Musk, está siendo librada, afortunadamente para Trump y Musk, al tiempo que tiene que prorrogar la financiación por parte del senado del gobierno federal. Los demócratas estaban entre la espada y la pared. Si aprobaban la renovación del gasto, perdían una bala de oro para frenar la ofensiva del marciano Musk. Si la negaban, parecían ellos los malos, al tiempo que le daban a Trump un arma nuclear, dado que, cuando se paraliza el estado administrativo, es potestad exclusiva del ejecutivo decidir que funciones son esenciales para operar y por tanto quedarían exentas del parón administrativo. Dicho de otro modo, darían la victoria a DOGE paralizando al gobierno. La decisión del senador Schummer era como la decisión de Sophie. Hiciera lo que hiciera, le entregaba una victoria simbólica a Trump. Opto por prolongar el gasto.

Esta encrucijada generó fisuras dentro del partido demócrata, emergiendo voces centristas que ahora plantean una defensa pragmática del gasto público eficiente, algo impensable hace pocos años, y un enfado nada disimulado del ala extrema del partido. Trump ha cambiado para siempre el eje del debate, obligando a justificar cada dólar gastado.

No se sabe quién ganara en esta batalla por el alma del partido demócrata. Pero, de lo que no cabe duda es que, en este debate, Trump, pase lo que pase, sale como ganador. Ha cambiado el debate. Ya no se pueden refugiar los demócratas en el discurso clásico. Tienen que justificar porque cada dólar gastado es para beneficio del ciudadano medio americano. Y eso, no deja de ser, lo que persigue Musk. Lo mismo pasó con Reagan con su famosa definición del «Taxpayer’s dollar». El dinero de los impuestos dejo de ser dinero público, para ser dinero del contribuyente. Había que justificar porque se le quitaba al que ganaba la pasta. Solo entonces era aceptable su gasto. Trump, como Reagan en su día, comprende que quien controla la conversación pública, domina la política real

Lecciones urgentes para España

España puede extraer valiosas lecciones de esta victoria cultural. Giorgia Meloni en Italia demuestra cómo se pueden aplicar estas tácticas sin el tono histriónico de Trump. La derecha española debe abandonar su absurda búsqueda de aceptación mediática y asumir que jamás ganará el favor de la prensa tradicional, dominada por la izquierda.

La sociedad española, más conservadora y liberal de lo que admite públicamente, es un terreno fértil para batallas culturales claras y contundentes. Temas como las políticas LGTBI, el extremismo ecológico que destruye sectores productivos o el insostenible tamaño del estado asistencial son vulnerabilidades claras del progresismo español. El español medio tolera ampliamente las elecciones individuales, pero rechaza profundamente la imposición ideológica, el despilfarro público y la dependencia económica externa.

El desafío interno: superar el estatismo de la derecha española

El principal obstáculo para la derecha española sigue siendo su propio estatismo latente. PP y Vox comparten aún la convicción errada de que el estado, debidamente gestionado, es la solución definitiva. Esta mentalidad, heredada de una élite burocrática proveniente de altos cargos públicos, limita su potencial transformador.

Para vencer, la derecha española debe asumir una agenda libertaria: reducir el estado, racionalizar el gasto público, enfrentar con valentía la inmigración descontrolada y plantear soluciones valientes en seguridad y vivienda. PP y Vox, coordinados estratégicamente, podrían complementar sus propuestas y captar así el apoyo mayoritario necesario para desbancar a la izquierda. Solo así, podrán gobernar con un mandato, y no meramente de prestado, como hacen cada vez que las pifias de la izquierda son de tal calibre que hasta sus adictos se quedan en casa en vez de ir a votar.

Trump ha mostrado el camino: quien redefine el debate, gana. España debe tomar nota, antes de que sea demasiado tarde.

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