¡Maldito obituario!

Después de haber conocido tan dolorosa noticia, he recibido la petición de redactar el presente obituario de mi amiga Belén. ¡Qué difícil me resulta! Con un nudo en la garganta, incrédulo ante la realidad, se me agolpan miles de recuerdos y sentimientos, que me hacen muy difícil escribir y reducir, a tan sólo 500 palabras el inolvidable recuerdo «mi Decana favorita».

Fruto de una larga enfermedad que venía padeciendo los últimos meses, el 7 de mayo, a la noche, nos dejaba y partía a las alturas Belén Basarán Conde; aunque en realidad ella siempre estuvo en ese Olimpo de las buenas personas, con su personalidad arrolladora, su generosidad, su cariño, su amabilidad, su sabiduría, su contagiosa alegría vital y su saber estar, en todo lugar y con toda persona.

Nuestra larga amistad nació hace muchos años por razones profesionales (ella procuradora, y yo, abogado), relación que, en estos últimos años fue mucho más intensa, debido a haber coincidido ambos como decanos de nuestros respectivos colegios profesionales. Belén destilaba pasión por su profesión, era un torrente de vehemencia en la defensa de los intereses de sus compañeros, forma de ser y vivir su profesión, que le llevó a recibir una alta condecoración por parte del Ministerio de Justicia; siendo distinguida con la Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort.

Belén, con su partida, nos deja huérfanos de su presencia a todos, no sólo a sus hijos Chicho y Candela, y a su compañero y padre de sus hijos, mi querido Isidoro, primeros afectados por proximidad y convivencia; sino que, también, deja huérfanas a sus íntimas y queridas amigas; era gran amiga de sus amigas. Profunda ausencia que con dolor de quien suscribe, le produce igual sentimiento de orfandad. Ausencia que, sin lugar a dudas, vendrá a dejar un gran vacío irreemplazable e imborrable en la Procura toledana, de la que fue su máxima representante durante tantos años, y de cuya memoria formará parte.

En todo caso, y de cualquier forma, estés donde estés, Belén, no olvides que siempre, tú y yo, seguiremos «abriendo el baile» de nuestras cenas y veladas de las respectivas fiestas colegiales. Celebraciones a las que siempre volveré, y en las que, tras la cena y el brindis, te reservaré el primer baile, en el que, siguiendo los acordes de la melodía, encontraré siempre su cara sonriente y el calor de tu presencia.

Así pues, he de negarle al presente texto el carácter de despedida, nunca lo haré ni así lo quise, ya que siempre permanecerás entre nosotros; y siempre volverás como una brisa fresca y agradable sonrisa a nuestros pensamientos permaneciendo entre nosotros como siempre te hemos sentido, querida amiga, querida Bélen.

• Ángel José Cervantes Martín es decano del Ilustre Colegio de la Abogacía de Toledo