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Pepe Luis Vázquez, en una imagen de 2017

Pepe Luis Vázquez, en una imagen de 2017EFE

Pepe Luis Vázquez Silva (1957 - 2024)

Heredero de la mejor tradición taurina sevillana

Fue un excelente torero: tenía mucha clase (eso que se tiene o no se tiene) y un estilo absolutamente personal. Todos los que pudimos conocerlo, además, recordamos con afecto su educación y su sencillez

Pepe Luis Vázquez Silva

Pepe Luis Vázquez Silva

Nació el 9 de junio de 1957 y falleció es 26 de julio de 2024 en su finca familiar de Carmona (Sevilla)

Fue matador de toros de la línea artística; formaba parte de una ilustre dinastía, encabezada por su padre, Pepe Luis Vázquez, y su tío, Manolo Vázquez

Aunque conocíamos sus problemas de salud, desde que, hace cinco años, sufrió un ictus, que le dejó secuelas, a los aficionados a los toros nos ha apenado profundamente la inesperada muerte de Pepe Luis Vázquez Silva, a los 68 años. El casero encontró su cuerpo en su finca «El Canto», en Carmona. Hace poco, había sufrido una operación quirúrgica no grave. Cuando escribo estas líneas, no se sabe con certeza la causa de su fallecimiento: pudo ser un infarto o un accidente doméstico.

Pepe Luis Vázquez Silva fue un excelente torero: tenía mucha clase (eso que se tiene o no se tiene) y un estilo absolutamente personal. Todos los que pudimos conocerlo, además, recordamos con afecto su educación y su sencillez: algo muy característico de su familia.

La dinastía taurina de José Luis se remonta a su bisabuelo, que fue banderillero. La continuaron su padre, sus tíos, sus hermanos y su sobrino. (Éste es, ahora mismo, el último eslabón de la cadena. Se anuncia en los carteles como Manolo Vázquez, acaba de presentarse como novillero en Las Ventas y va a tomar próximamente la alternativa).

Proceden los Vázquez del barrio sevillano de San Bernardo, en cuyo Matadero trabajó su abuelo, y donde han surgido importantes toreros. A lo largo de la historia, en muy pocas familias se ha dado el caso de que dos hermanos hayan sido, los dos, primerísimas figuras del toreo, como lo fueron Pepe Luis, su padre, y Manolo, su tío. (Los Bienvenida son un caso semejante).

A su padre, por su sabiduría taurina, lo llamó Vicente Zabala padre «el Sócrates de San Bernardo». Algunos sólo vieron en él su apariencia de estética sevillana: se equivocaban. En realidad, poseía una capacidad absolutamente extraordinaria para entender a los toros: la mayor que había conocido Marcial Lalanda, según me dijo. También eran extraordinarias su claridad de ideas y su sencillez de expresión. En mi libro La inteligencia del toreo, reproduzco algunas charlas que mantuve con Pepe Luis padre. Siempre insistía en la necesidad de que el torero tenga cabeza; si no, estará perdido. Coinciden todos en que poseía mucha más clase que Manolete, con el que muchas veces alternó. Tenía casi todas las cualidades, salvo la ambición.

El tío del que acaba de fallecer, Manolo Vázquez, mi gran amigo, era también un maestro clásico pero de una línea algo diferente. Frente a la moda del toreo de perfil, logró recuperar «el toreo de frente» (ése es el título que puse a mi libro de conversaciones con él). En su reaparición, Antoñete y Manolo Vázquez mostraron a las nuevas generaciones la belleza extraordinaria del toreo clásico, dándole al toro su distancia.

En ese ambiente familiar se crió José Luis Vázquez Silva: ¿cómo no iba a ser torero? Durante muchos años, los aficionados le conocíamos como «el Niño de Pepe Luis». Su toreo se basaba en la naturalidad, la sencillez: los valores del clasicismo, que nunca pasan de moda. Le faltaban la decisión, el arrojo, la regularidad.

Debutó con picadores en 1979, en Alburquerque. Obtuvo grandes éxitos como novillero. Llegó a ser un ídolo en Las Ventas: al calor de su fama, se organizaron entonces festejos mixtos, en los que alternó con el matador Curro Romero y con el rejoneador Joao Moura.

Tomó la alternativa en la Maestranza, el 19 de abril de 1981; se la dio, lógicamente, su tío Manolo, con Curro Romero como testigo. Al mes siguiente, la confirmó en Las Ventas, con el mismo padrino y, de testigo, otro torero de arte, con el mismo apellido (aunque no fuera de la misma familia), Curro Vázquez.

La carrera de este Pepe Luis fue desigual. Nunca llegó a ser torero de masas –tampoco lo pretendía– pero ser partidario suyo se consideraba algo así como una patente de buen gusto taurino.

Hubo temporadas en que toreó muy poco, por su desigualdad de ánimo, pero los aficionados que tuvimos la suerte de ver algunas de sus grandes faenas no hemos podido olvidarlas. Sobre todo, la de una corrida matinal, en la Maestranza, y otra, absolutamente extraordinaria, en Huelva, en 1984.

Una anécdota significativa. En la serie de vídeos de Achúcarro, que son documentos inapreciables sobre grandes toreros, hay uno dedicado a Pepe Luis padre. Pues bien, por única excepción, Achúcarro incluyó también en ese vídeo, como apéndice, unas imágenes del hijo (del festejo de Huelva, si no me equivoco). Lo asombroso es que no desmerecen de las de su padre: siguen su misma línea y llegan casi a su nivel. No exagero: hay que verlas para aceptarlo.

Otra anécdota. Aunque no era un gladiador, Pepe Luis padre toreaba siempre en la Feria de Abril la corrida de Eduardo Miura, su gran amigo. Un año, Pepe Luis hijo anunció que él también la iba a torear. La sorpresa fue mayúscula: muchos sevillanos creyeron que no sería capaz de enfrentarse a ese tipo de toro. Estaba yo seguro de que sí era capaz, si quería. Me tocó comentar esa corrida por televisión. Como yo preveía, José Luis lidió el toro de Miura sin el menor problema, con facilidad y soltura… hasta que llegó la hora de entrar a matar y todo cambió. No fue la capacidad la que le falló, sino el ánimo.

Después de muchos altibajos, decidió despedirse en Utrera, una de las cunas del toreo, en 2012. Desde Sevilla, acudimos allí muchos aficionados, en peregrinación. Esa tarde, Pepe Luis no hizo faenas completas pero sí nos deleitó con chispazos y detalles de su estética. Igual que tantas veces.

No hace mucho, Morante de la Puebla se hizo muy amigo suyo: le gustaba reunirse con él, escucharle contar las cosas que le había dicho su padre… Estoy convencido de que esas charlas le han ayudado a José Antonio a precisar su concepto del toreo. En estos últimos años, también volvieron sus ojos a él varios de los nuevos toreros sevillanos.

Morante le animó a reaparecer, en 2017, en Illescas. Y ese mismo año, en el Corpus de Granada, sorprendentemente, se produjo el milagro: Pepe Luis realizó una faena absolutamente extraordinaria, una de las mejores de toda su vida. Taurinamente, fue su canto del cisne.

La última vez que actuó en la Maestranza fue en 2018, en el festival a beneficio de la Hermandad de la Macarena. La enfermedad frustró su intención de torear en el festival del club sevillano de Pineda, del que fue socio.

Su forma de torear tenía muy poco que ver con lo que hoy suele verse, en las Plazas. No puedo imaginarme a Pepe Luis toreando con encimismo, ni con cambios por la espalda, ni dando bernadinas o arrucinas, ni buscando el aplauso fácil del público…

Su estilo era sencillo, fluido, natural. Toreaba como él era: como respiraba, como caminaba. La comparación se impone: como el agua fresca que fluye de una fuente, en medio del campo.

Personalmente, era educado, sencillo, tímido, callado, poco sociable. Ha muerto como él era: en silencio, sin molestar a nadie. A pesar de todo, siempre vivió con la ilusión de volver a torear.

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