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Benavides

Carlos BenavidesEl Debate

Carlos de Benavides (1939-2024)

Un español con ganas

La tarea ilusionante de dar a conocer al mundo la realidad democrática de la España de la Transición la ejerce en Roma, a partir del año 1981, como consejero cultural, sumando así el italiano a su dominio del inglés, el francés y el portugués

Benavides
Nació en Jerez de la Frontera el 15 de enero de 1939- Madrid, 19 de septiembre de 2024

Carlos de Benavides y Salas

Embajador de España

Tuvo una brillante carrera como diplomático que le llevó a estar destinado 30 años fuera de España. Fue embajador en París y en Ámsterdam.

La biografía de Carlos de Benavides y Salas, embajador de España, caminó siempre por la senda, cada vez más estrecha, de quienes dedican su entero ejercicio profesional, no una mera parte, a la alta función pública dentro de su cuerpo.

Se inscribe también su vocación en dos sagas fecundas al servicio del Estado. Una saga familiar, la de los Benavides, que se encuadra a su vez en una saga principal e innumerable, la de los nacidos en la tierra que, descontada la capital, mayor número de miembros ha dado a la carrera diplomática, Andalucía.

Servir a España en la función diplomática- y Carlos de Benavides fue un español con ganas- entraña renunciar a vivir en ella durante lustros.

El primer destino del joven diplomático recién ingresado en 1967 fue, a partir de ese mismo año, la Embajada en Guatemala y, a partir de 1969, la Embajada en Brasil, situada todavía en Río de Janeiro.

En 1972 opta por ejercer la dimensión clave del servicio exterior a la hora de atender a nuestros compatriotas fuera de las fronteras: será durante cuatro años cónsul en Lille, uno de los destinos principales de la emigración española del siglo XX a Francia, por entonces aún en aumento.

La tarea ilusionante de dar a conocer al mundo la realidad democrática de la España de la Transición la ejerce en Roma, a partir del año 1981, como consejero cultural, sumando así el italiano a su dominio del inglés, el francés y el portugués.

El 1990, con un intervalo de pocos meses a mitad de década, Carlos de Benavides vuelve a Francia –que será casi su segunda patria– e inaugura un largo destino parisino, como segunda jefatura de la Embajada y, a partir de 1996, como Embajador de España, presentando sus credenciales ante el presidente de la República Francesa, Jacques Chirac.

Tuve entonces la suerte de conocerlo y de trabajar a sus órdenes. El despliegue diplomático español en Francia es de los mayores en el mundo. Los intereses bilaterales, infinitos. Los europeos, cruciales. Las visitas, incesantes. El embajador Benavides presidió todo ello con temple, mesura y una solvencia que bebía del conocimiento exacto de la realidad francesa. Los consejeros despachábamos con él uno a uno. Su puerta estaba siempre abierta. Había semanas en que se arremolinaban los trabajos y dificultades, para atender a la vez los viajes de miembros del gobierno, presidentes de comunidades autónomas, parlamentarios, para informar a Santa Cruz de la vida política francesa, tan influyente en la española, o para gestionar expedientes dramáticos, como los relativos a la lucha contra el terrorismo separatista vasco. Nunca le vi alterarse, ni decir «vuelva usted mañana». Organizó durante aquellos años quizá el más denso encuentro en décadas entre ambas administraciones centrales al más alto nivel –ministros, secretarios de Estado, subsecretarios– para debatir no asuntos bilaterales, sino desafíos comunes, amparados en París por la prestigiosa y ya desaparecida ENA.

La Haya, del año 2000 al 2004, fue su última misión como embajador de España –ante los Países Bajos– y como Representante Permanente de España –ante la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ).

El que aquel temple invariable de su mandato parisino era trasunto de un valor genuino lo prueba otro servicio singular de Carlos de Benavides a España, arrostrando un grave riesgo personal. En plena guerra de los Balcanes, Benavides se unió, durante el semestre de 1995 en que nuestro país ejercía la Presidencia de turno de la Unión Europea, al contingente español en Mostar (UNPROFOR) como representante diplomático, un conflicto en el que perdieron la vida 23 militares españoles.

Junto al tiempo servido en el extranjero (casi 30 años), Benavides ejerció en la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores tareas técnicas y de diplomacia cultural.

Recibió un total de nueve condecoraciones, entre otras, dos grandes cruces, por las que tanto España (Exteriores y Defensa) como Italia, Francia y Países Bajos reconocieron su labor diplomática.

Pero el destino fuera de España no es solo el trabajo o no debe serlo. Benavides sabía bien que cada destino puede que sea un trámite profesional, pero en ningún caso es un trámite vital: y en este «vital» late el corazón de la familia. Fuera, la vida familiar no está de paso, es la propia vida definitiva. Por ello puso en esa vida Benavides un cuidado casi mayor que el que puso en su oficio, aspirando así a reconocer y agradecer a su mujer Balbanuz que le acompañara y respaldara en todas sus andaduras –todos somos romeros que camino andamos–, feliz, felices, de ver cumplidas en la biografía adulta de sus cuatro hijas las promesas de la itinerante vida en común.

  • Pedro Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín es diplomático
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