Un poco de sentido común, por favor
El PP está demostrando su infinita capacidad para crearse problemas a sí mismo cuando se las ponen como a Fernando VII. Una vez más, la derecha cainita
Ni el equipo de Pablo Casado, ni el de Isabel Díaz Ayuso están en su mejor momento. Cuando el PSOE vive horas de descalabro, cuando la luz llega hoy a los 190 euros el megawatio y el Gobierno demuestra su incapacidad de legislar en beneficio de los sufridos consumidores –es decir, de todos los españoles sin excepción– hemos vivido semanas de tensión entre el presidente del PP y la presidente de la Comunidad de Madrid. Tensiones por algo irrelevante: quién preside el Partido Popular en la Comunidad. Apostaría una cena de caviar beluga a que la inmensa mayoría de los votantes del PP en Madrid no saben decir el nombre del actual presidente de la formación, pese a que lleva muchos años en el cargo y en dos etapas. Se trata del conde de Badarán, que en las papeletas electorales comparece como Pío García-Escudero. ¿Merece la pena crear tensión por un puesto así?
La presidenta de la Comunidad de Madrid está esta semana de visita de trabajo en Nueva York con múltiples entrevistas relevantes. Como corresponde a su posición. Pero la visita se ha fijado coincidiendo con la convención trashumante del partido que empezó el lunes en Galicia y concluye el domingo en Valencia. No parece un gran acierto de su equipo dar la oportunidad a los medios hostiles –la inmensa mayoría– de resaltar el viaje de Ayuso como forma de rebajar la relavancia de la convención del partido.
Pero, por otra parte, parece más torpe todavía el recelo que se tiene hacia Ayuso en el entorno de Casado. Lo inteligente sería presentar a Ayuso como la personificación del éxito de Pablo Casado. Fue él, personalmente, quien decidió colocala como candidata a presidente de la Comunidad cuando no la conocía casi nadie. Obtuvo un mal resultado, pero gobernó, algo que entonces fue un éxito inesperado. Hace un año Pablo Casado tuvo que afrontar la moción de censura que Vox presentó contra Pedro Sánchez, pero que en realidad todo el mundo sabía que tenía como objetivo intentar robar al PP la jefatura de la oposición. El discurso de Casado contra Sánchez fue brutal. Dejó muy claro que ambos partidos aspiraban a ocupar espacios distintos. El PP en el centro derecha y Vox en la derecha.
El pasado 4 de mayo esa estrategia de Casado se tradujo en el rotundo éxito de Díaz Ayuso, que sin ser especialmente centrista, se comió todos los diputados de Ciudadanos sin dejarse uno solo. Y no solo no le quitó ni uno a Vox, sino que Vox logró aumentar un representante. Y, lo que fue más revelador, el PP obtuvo mayoría absoluta frente a los partidos de izquierda: la suma de Más Madrid, PSOE y UP era inferior a la del PP –lo que hacía que los escaños de Vox tuvieran un valor limitado–. No eran imprescindibles para que gobernase el PP porque ningún votante de Vox entendería que ese partido facilitase un Gobierno de izquierda.
Dicho esto, el PP está demostrando su infinita capacidad para crearse problemas a sí mismo cuando se las ponen como a Fernando VII. Una vez más, la derecha cainita.