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HorizonteRamón Pérez-Maura

Hay «derechos humanos» que son un fraude

La CELAC insiste en el principio de no intervención en los asuntos internos de cada Estado. Suena precioso, pero eso implica, entre otras cosas, que las dictaduras son regímenes tan respetables como las democracias y que la violación de los Derechos Humanos en cualquier tiranía es un asunto interno de ese país

Actualizada 16:30

Una de las mayores amenazas que padece la democracia es el surgimiento de nuevas prioridades que se presentan como imperativos globales de cumplimiento inexcusable. Porque esos novedosos imperativos globales pasan a ser situados por algunos por encima de la democracia y del Estado de Derecho.

Como declaró el pasado miércoles el expresidente de Colombia Andrés Pastrana en la presentación digital del libro «Los principios de la democracia y la reelección presidencial», de Asdrúbal Aguiar y Allan R. Brewer, estos nuevos imperativos globales toman prioridad en los documentos de las dictaduras del siglo XXI que van ganando terreno en toda Hispanoamérica, pero también en documentos de Naciones Unidas sobre «Desarrollo Sostenible» y hasta en algunos del Foro de Davos, cada vez más políticamente correcto.

En la última cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) se insiste en sus conclusiones en el principio de no intervención en los asuntos internos de cada Estado. Suena precioso, pero eso implica, entre otras cosas, que las dictaduras son regímenes tan respetables como las democracias y que la violación de los Derechos Humanos en cualquier tiranía es un asunto interno de ese país. Visión de la jugada que no hará falta recordar que se aplica según de qué signo sea la dictadura que viola los Derechos Humanos. 

Afortunadamente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos acaba de tumbar uno de los argumentos de esta nueva izquierda populista en auge. Una de las vías empleadas por sus dirigentes para lograr violentar sus constituciones y optar a la reelección cuando se ha agotado el número de mandatos que tienen autorizados en la carta magna de cada país –uno o dos, normalmente– es sostener que ser candidato es un derecho humano. Vaya por Dios. Suena como un argumento inapelable. Pero el presidente colombiano Iván Duque y los expresidentes Tuto Quiroga de Bolivia y Andrés Pastrana de Colombia presentaron a la Corte Interamericana de Derechos Humanos una solicitud de opinión consultiva sobre la figura de la reelección presidencial indefinida en el contexto del sistema interamericano de Derechos Humanos. 

Hablar de la reelección como un derecho humano es una perversión de lo que realmente son los Derechos Humanos. Una perversión que haría de la democracia un sistema fraudulento por el que una mayoría –quién sabe si real– en un momento dado puede vaciar de contenido una democracia. Y en los últimos años hemos visto cómo se producía este escenario en países como Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Ecuador, el Salvador y Honduras. Porque del caso de Cuba, no merece la pena hablar en este contexto. Y lo que estamos viendo en esos populismos hispanoamericanos es que se asalta la Justicia desde instituciones con legitimidad electoral, buscando que esa justicia diga lo que no dice la Constitución del país. Y así se van consolidando las dictaduras emergentes. Algo no muy distante de lo que se pretende en España desde partidos que están en el Gobierno.

Como bien dijo Pastrana en la presentación del libro: «Que la Corte Interamericana haya declarado que es un atentado a la democracia la reelección indefinida de los expresidentes; que haya sentenciado que la Carta Democrática Interamericana, que llega a 20 años, obliga a los Estados y a los gobiernos, pues la democracia no es derecho de los gobernantes sino de los pueblos; en fin, que haya reivindicado la defensa de los valores éticos de la democracia como partes de un patrimonio que ahora se quiere destruir en América Latina, nos llena de legítima alegría.» Menos mal que hay alguien que lo reivindica.

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