Nostalgia socialdemócrata
Cuando hoy se apaguen los farolillos de la fiesta de Valencia Pedro Sánchez estará más fuerte y el PSOE un poco más débil
El PSOE cierra hoy en Valencia el congreso de exaltación de Pedro Sánchez. El líder socialista ha completado su tarea de control absoluto de la organización hasta el límite de prescindir de aquellos fieles que le acompañaron en sus momentos más duros. Sánchez no tiene ni amigos ni deudas de gratitud. Ambos son estorbos a la hora de ejercer el poder tal y como él lo entiende. Gustará más o menos, pero así es el personaje y quienes hoy le acompañan en la nueva ejecutiva socialista no deben hacerse demasiadas ilusiones. Ahí tienen el espejo de José Luis Ábalos para adivinar el futuro que les espera cuando dejen de serle útiles.
A nadie nos puede sorprender la apoteosis sanchista. Desde que las primarias se instalaron en la política española los partidos se han vuelto más caudillistas que nunca y los congresos aburridos y previsibles. No hay corrientes, no hay debate político y han desaparecido aquellas emocionantes madrugadas en vela cerrando negociaciones y pactos de última hora. Hoy todos se van a la cama a su hora sin más intriga que la de conocer la lotería de los agraciados con el favor del líder. Aquel Comité Federal de hace cinco años en el que la organización se alzó contra los planes de su Secretario General de pactar con los golpistas catalanes y con Bildu fue la última batalla del aparato socialdemócrata. El triunfo de Sánchez en las primarias certificó su defunción semanas después.
Pero tan innegable como el poder absoluto de Pedro Sánchez sobre su partido es la debilidad que su estrategia política está causando a la organización. Es cierto que el PSOE gobierna muchas administraciones pero lo hace atado a unos socios políticos que le están vampirizando. Ese magro centenar de escaños que le vaticinan todas las encuestas es la mejor prueba de la toxicidad de sus pactos y de los límites del liderazgo social de Pedro Sánchez. El PSOE es cada vez menos PSOE y más Frankenstein. Nada tiene que ver, ni en cuadros ni en políticas ni en apoyos, con aquel poderoso partido socialdemócrata que llegó a gobernar España con tres mayorías absolutas consecutivas.
Mientras el Partido Popular demuestra cada día su objetivo de reunificar el voto de derecha y centro-derecha bajo sus siglas, el PSOE ha renunciado abiertamente a esa aspiración. Ha abandonado la centralidad de la socialdemocracia para asumir e incorporar a su ideario los planteamientos más extremistas y divisivos sin haber logrado atraer a sus votantes.
Cuando hoy se apaguen los farolillos de la fiesta de Valencia Pedro Sánchez estará más fuerte y el PSOE un poco más débil. Buena parte de la sociedad española seguirá echando en falta a aquel Partido Socialista que tenía una clara idea de su país y un proyecto que ofrecerle. Hoy su único objetivo y su único proyecto es seguir siendo Frankenstein.