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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El geográfico

Sánchez, quizá nervioso por la ilusión que le produce ser recibido en audiencia por Greta Thunberg, con medidos gestos de actor español en papel de suma tristeza, lamentó por dos veces el crimen de Álex, «el niño de Laredo»

Actualizada 17:43

Álex tenía nueve años. Fue raptado en Lardero por un asesino internado en el penal del Dueso, en Santoña, Francisco José Almeida. Cumplía condena por violar a una menor y asesinar a puñaladas a una mujer. Solicitó, con el dictamen negativo de la Junta de Tratamiento del Dueso, un permiso carcelario. Lo obtuvo sin la oposición de la Fiscalía gracias a la estúpida bondad del juez de Vigilancia Penitenciaria, gran amigo del ministro Marlaska. Da igual su nombre y apellido. Un juez progre de la Agenda 2030, la del arcoíris. Salió el criminal y acudió a su pueblo. Raptó a un niño de nueve años, y lo asesinó. «Se ha trabajado conforme al principio de legalidad», declaró Marlaska en Logroño, a muy pocos kilómetros del lugar del insoportable crimen. Se hallaba Marlaska en Logroño para presidir un acto del sanchismo riojano. Vestía de dulce, con unos pantalones rosa palo ideales. En Lardero, los familiares de «ese niño genial» –según una de sus profesoras del colegio- dirigían su rabia y su indignación contra el ministro de los pantalones rosa palo, que no recuerdo bien si ya he escrito que eran ideales. «No hicieron nada para evitarlo». El juez de Vigilancia Penitenciaria que lo soltó no se atreve a acudir a su Juzgado sin la careta del Halloween, que le sienta de dulce.

En Glasgow, donde sí va a ser recibido por Greta Thunberg, Pedro Sánchez se sintió obligado a lamentar públicamente el crimen del niño de Lardero, que ha consternado a todos los españoles de bien, si bien en La Sexta, una mujer muy rara de Atresmedia, posiblemente rentable para la cadena privada, una tal Beni, se despatarró en idioteces, buenismos, reinserciones y argumentos favorables a la puesta en libertad del criminal.

Y Pedro Sánchez, quizá nervioso por la ilusión que le produce ser recibido en audiencia por Greta Thunberg, con medidos gestos de actor español en papel de suma tristeza, lamentó por dos veces el crimen de Álex, «el niño de Laredo». Y envió, textualmente, su más sentido pésame a «la familia, los amigos y todos los vecinos de Laredo». «Todo mi cariño –insistió–, a los familiares y amigos del pueblo de Laredo». Este hombre tan cariñoso con los familiares y amigos del pueblo de Laredo tiene a su disposición más de 600 asesores designados a dedo. Ninguno le advirtió que Álex fue asesinado en Lardero, la Rioja, y no en Laredo, Cantabria.

Sánchez, el geográfico, –no tenía a su lado a Irene Lozano, la que le escribe sus libros–, ignora que Laredo no se ubica en la Rioja Media, a pocos kilómetros de Logroño, y que sus prados verdes tan inmediatos a los de Santoña, de donde salió el asesino, no están atravesados y bañados por el río Iregua, y tampoco que el municipio del crimen de Álex perteneció a la provincia de Soria hasta el año 1833, año de la creación de la provincia de Logroño. Ninguno de sus 600 asesores le informó de que Laredo está en la provincia de Santander, en la montaña de Cantabria. Y que en Lardero no hay playas bañadas por el bronco y bellísimo mar Cantábrico, y que tampoco destaca Lardero por sus conservas de pescado, especialmente de bonito del norte y anchoas. Esas conservas, esas playas y esa fascinación ante el bronco y bellísimo mar Cantábrico se hallan en Laredo, localidad costera inmediata a Santoña, la gran conservera, con la que comparte una grandiosa bahía.

Todo esto sería muy divertido y gracioso si detrás de la farsa no estuviera el cuerpo sin vida de un niño de nueve años asesinado por un criminal que jamás tuvo que abandonar la cárcel por culpa de un juez progre y amigo de Marlaska, y la inestimable colaboración de la Fiscalía, que decidió no oponerse al buenismo del permiso carcelario del asesino «reinsertado». No obstante, justo y equilibrado es reconocer que a este tipo, el de Glasgow, no se le puede dejar solo ante un micrófono si no está acompañado, al menos, de diez asesores que corrijan sus burradas y le soplen las palabras, los conceptos y las ubicaciones correctas.

Ese desbarajuste geográfico nos ayuda a pensar el por qué no ha llegado a la isla de La Palma ni un euro de los 200 millones prometidos por Sánchez a las víctimas del volcán. Los ha enviado a Las Palmas de Gran Canaria por una confusión geográfica. Y todo por los nervios. Mañana será recibido en audiencia por Greta Thunberg y ante el éxito, Sánchez se trabuca.

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