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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Poetise

De golpe nos ha invadido una nueva poetisa. Gallega, de Podemos, amiga de Irene Montero y secretaria de Estado del Ministerio de Obsesiones Sexuales

Actualizada 01:45

El femenino de poeta es poetisa, aunque es voz en desuso. Entiendo su creciente olvido, porque suena bastante cursi. La última generación de poetisas, con tertulia establecida, desapareció en los años setenta del pasado siglo. Para contrarrestar las reuniones y recitales de Alforjas para la Poesía, de Conrado Blanco, y los Versos a Medianoche, de Eduardo Alonso en el Café Varela, las poetisas crearon el grupo Versos con Faldas, que se reunía todos los martes en el bar Mansard de la calle de Alcalá, local muy frecuentado por Agustín de Foxá, Eduardo Manzanos y Manuel Fernández Sanz, 'Manolito el Pollero'. Estos acudían todos los días, exceptuando el martes. «Los martes son para las nenas», matizaba Foxá. Ellas eran las jóvenes Adelaida Las Santas, Gloria Fuertes, Gloria Calvo, María Antonia Ibarra, Carmen Nonell, Carmen Loyzaga y la periodista Eugenia Serrano. Los poetas salvaban a Gloria Fuertes, pero del resto de las componentes de Versos con Faldas no dejaban títere con cabeza. Imperaba un excluyente machismo. Eugenia Serrano puso a caer de un burro a Juan Pérez Creus en su periódico, Informaciones. Le llamó cobarde por no atreverse a reconocer como suyos unos versos críticos contra el Jefe del Estado. Y Juan Pérez Creus, le respondió desde el Café Lyon con un soneto tremendo, cuyos tercetos resultaron demoledores.

Llamarte fresca, pobre sonaría;

Llamarte zorra, no daría tu talla

Pues por puta te tienen las personas.

Y decirte putísima, sería

Como llamar colina al Himalaya,

Como decirle arroyo, al Amazonas.

Ahora, y no lo considero lenguaje inclusivo, lo que queda de poesía en España lo escriben los poetas y las poetas. Tanto los unos como las otras podrían esmerarse un poco más, como le dijo el procurador Fueyo Álvarez en sesión de las Cortes a un colega feo y deforme que se vanagloriaba en la tribuna de oradores de haberse hecho a sí mismo. «¡Pues podría haberse esmerado algo más, Señoría!». Pero, lo cierto, es que los poetas trataban con mucha displicencia a las poetisas. Cuando Carmen Loyzaga inició un poemario con los versos «Dejadme bordar al sol / mariposas y cerezas», Pérez Creus, con su seudónimo 'Maese Pérez', le escribió en Sábado Gráfico:

Dejadme bordar al sol

Mariposas y cerezas.

Sí, dejadla. Mientras borda

No escribe versos la nena.

Y así ganaremos todos,

Nosotros, las musas y ella.

Pero de golpe nos ha invadido una nueva poetisa. Muy grande, al menos por su aparatosa estructura corporal. Gallega, de Podemos, amiga de Irene Montero y secretaria de Estado del Ministerio de Obsesiones Sexuales. A su rival de Podemos en Galicia, Carmen Santos, la llamó «puta coja», y a las feministas clásicas o transexuales excluyentes, les dice «terfas» con ingenio etimológico. Ella pertenece a las transfeministas, cuya definición le salió rimada, y de ahí lo de poetisa. «Aquí estamos las transfeministas / bolleras con penes, bolleras con vaginas, / que hay más bolleras / de las que tú te imaginas». No nos aclara si ella forma parte del primer grupo o del segundo, curiosidad malsana que a ninguna parte lleva. Lo fundamental es la belleza, el ritmo, y la rima de su composición transfeminista, aunque no domine la métrica.

Es secretaria de Estado. Y poetisa. O mejor dicho y escrito, poetise. Estamos de enhorabuena.

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