Rey alejado
No han podido probar ningún atisbo de acción delictiva contra Juan Carlos I
El auténtico Fiscal General del Estado, Baltasar Garzón, condenado por prevaricación, y su compañera sentimental, la presumible Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, no han movido un dedo para abrir diligencias después de oír –'in vídeo veritas'–, la terrible acusación de Yolanda Díaz en lo que respecta al conocimiento del riesgo de permitir la manifestación histérica del 8 de marzo.
El Gobierno lo conocía, el Gobierno formó parte de la manifestación, y el Gobierno es culpable –al menos–, de la primera ola de fallecidos por responsabilidad de la inacción y el permiso. No obstante, sí han movido todos los dedos de la mano para ampliar, durante seis meses, el plazo de investigación al Rey Juan Carlos.
Se dice que se mueven por ahí un fiscal y un juez suizo del modelo Garzón, ansiosos de notoriedad y de ser famosos. Curiosa incoherencia. El 99,99 % de los habitantes del globo terráqueo no saben cómo se llama y a qué se dedica el presidente de Suiza, la Confederación Helvética, ni quién es su primer ministro. Y un fiscal y algún juececillo suizo, quieren hacerse importantes a costa de nuestro Rey alejado, del que no han podido probar ningún atisbo de acción delictiva.
Suiza es un banco, una fábrica de relojes y un almacén de chocolates inmersos en un precioso paisaje, unas ciudades muy limpias y ordenadas y una estirada y antipática ciudadanía que acepta votar en un refrendo en el que se pregunta a los suizos si son partidarios o no de tirar de la cadena del retrete durante la noche. Ganaron los partidarios del «sí», pero sin holgura. El orden y el calvinismo nos pueden aportar a un Dürrenmat, pero poco más. El héroe suizo es un personaje figurado, Guillermo Tell, que se comportó con su hijo como un imbécil imprudente, y como escribió Pierre Daninos, el gran escritor del humor francés en el siglo XX, «lo más divertido y apasionante que puede acaecer en un dormitorio suizo es que se caiga al suelo el edredón».
Los fiscales de España se proponen denunciar a su Fiscal General, –la presumible– Dolores Delgado ante el Tribunal Supremo, hartos de sus manejos y parcialidades, y por ende, hastiados del desprestigio que ha ensombrecido a la Carrera Fiscal. Pero es ella, bien acompañada y empujada, la que quiere impedir que un español, que ha hecho por España y su libertad más que todos los socialistas juntos, vuelva a España a pasar el último tramo de su vida. Mariano Rajoy, Felipe González y recientemente Isabel Díaz Ayuso han reclamado su vuelta sin complejos ni condiciones. Casado esquiva el asunto, Echenique le desea al Rey Juan Carlos lo peor, y en La Zarzuela no se advierten deseos de recibimiento. El Gobierno ha filtrado que, de volver el Rey Juan Carlos, sería conveniente que no se instalara en el Palacio de la Zarzuela, como si ello le afectara al Rey. No obstante, el Gobierno habría de saber que el Rey Juan Carlos no es un «okupa», y que puede vivir en donde le salga de su real entrepernil, o en La Zarzuela o en la casa de la Infanta Elena, o en la mía propia, que le ofrezco sin restricciones ni cautelas.
Todos estos majaderos y traidores, que ahora mandan en España, parecen ignorar que sus plenas libertades nacen de la Constitución de 1978, impulsada y rubricada por el Rey Juan Carlos, también conocida como la Constitución de la Amnistía y los Derechos humanos. Sucede que para destronar al Rey Felipe es necesario machacar al Rey Juan Carlos, que aguarda en Abu Dabi la autorización Real para preparar su retorno. Porque ni el Gobierno, ni la Fiscalía, ni los socios separatistas ni la ETA le pueden prohibir a un español que no está acusado de nada, volver a su Patria, escrito así, con mayúscula, que les jode más.
El Rey alejado está fuera de España para no perjudicar a su hijo, el Rey amenazado. Y volverá cuando lo estimen oportuno hijo y padre. Y es lo que esperamos los muchos millones de españoles que nos sentimos agradecidos por su Reinado de libertad, derechos humanos, amnistía y reconciliación. Y lo esperamos impacientes.