De verdaz que no
Dabiz Muñoz ahora está siendo muy criticado por aumentar el precio del menú para pobres de su local. Lamento ese discreto aumento
Tengo la fortuna de no haberme sentado jamás en una mesa de DiverXO, el restaurante del presunto mejor cocinero del mundo Dabiz Muñoz, que por sus palabras y posados se me antoja un fantoche. De verdaz de la buena.
Ahora está siendo muy criticado por aumentar el precio del menú para pobres de su local, que ha pasado de costar 250 a 365 euros. Lamento ese discreto aumento. No deseo el mal a nadie, y menos a Dabiz Muñoz, al que no conozco y del que tampoco espero que me incluya en su círculo de amistades. Pero tasar el menú del día de «DiverXO» en 365 euros se me antoja un acto de excesiva modestia. Si lo establece en 770 euros, llenaría igualmente su local porque a los tontos con mucho dinero les encanta demostrarlo. Que son tontos y que tienen mucho dinero.
El menú principia con una atractiva «Montaña Rusa de DiverXO» , una antología de sabores como los de la Thaipiridha, Pad Thai, Saté Indonesio, Curry Verde, Laksa Singapore y Som Tam. Les recomiendo el Som Tam. No lo he probado nunca, pero el nombre pone. Posteriormente, ya digerido el Som Tam, se presenta de golpe «Mundo al Revés», la gran especialidad del mejor cocinero del mundo. Se trata de una ensalada acompañada por tres pescados diferentes. Pero el golpe triunfal lo ofrece con su oferta más natural, sencilla y profunda. «Bogavante gallego amaneciendo en las playas de Goa» , que supera incluso a la «Explosión al vapor con cintas de equinodermos al pil pil».
De todos los platos, por su sencillez y ausencia de rebuscamiento, me quedo con el «Bogavante gallego amaneciendo en las playas de Goa», si bien echo de menos el plato que compense el amanecer del bogavante gallego en las playas de Goa y cuya enunciación le regalo sin solicitarle nada a cambio: «Cigala de Huelva atardeciendo en las Montañas de Heidi». El bogavante gallego amaneciendo en las playas de Goa es delicioso, pero no olviden probar las cintas de equinodermos al pil pil. Lo de «equinodermos» se le habrá ocurrido con toda seguridad a su mujer, la culta, bruída y tímida Cristina Pedroche, prestigiosa científica. Equinodermos son las holoturias y las estrellas de mar, joyas de la gastronomía tradicional. Pero el plato no es original. Cuando yo era niño, durante los veraneos donostiarras, gustaba de pescar en las rocas del malecón de Igueldo, aprovechando la marea baja, quisquillas, cangrejos, pulpos y demás criaturas que permanecían en las pozas entre roca y roca.
Y una mañana, con mi esquilero, que en San Sebastián se dice «salabardo», capturé una estrella de mar. Un equinodermo, nada más y nada menos. Al llegar a casa, a mi madre le dio un poco de asco el equinodermo fallecido, que desprendía una peste sinceramente mareante. Y al intuir que mi madre se proponía proceder a su inclusión en el cubo de basura, tuve la idea genial de atreverme a recomendarle una mejor opción. «¿Por qué no probamos provocar una explosión con cintas de equinodermo al pil pil?». Mi madre, que no tenía conciencia de futuro, no quiso valorar mi propuesta y tiró a la basura el equinodermo. En ese sentido, debo reconocer que Dabiz Muñoz ha acertado plenamente. Unas cintas de estrella de mar al pil pil, ya sea en una playa de Goa o en la montaña de Heidi, tienen que ser igualmente asquerosas.
Pero insisto en la modestia en el aumento del precio del menú. Los 365 euros se me antojan muy pocos a cambio de la maravilla culinaria que se ofrece. Puede aumentarlo incluso a 1.000 euros. Su restaurante se llenará. «Numerus stultorum est infinitus». El número de los tontos es infinito. Y en cuestiones de gastronomía, los tontos con dinero progresan adecuadamente. Y procedo a terminar este texto, porque me han anunciado que tengo sobre la mesa, preparado y a mi gusto, el Som Tam.