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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La demócrata

Si ganan las izquierdas, hay que celebrar la inteligente y libre elección de los andaluces, y si ganan el centro o la derecha, hay que quemar las calles

Actualizada 01:38

El fanal de Ribadesella, la luz permanente del oriente de Asturias, la sutil mujer que reúne en su materia y espíritu la inteligencia de Clara Campoamor y la gracilidad felina de Sharon Stone –me refiero, claro está, a doña Adriana Lastra– pudo ser considerada como una gran matemática hasta que un pequeño desliz, una nimiedad pronunciada en público, obstaculizara su porvenir en el mundo de las Ciencias Exactas. Un error susceptible de ser cometido por cualquier estrella de la política excesivamente abrumada por sus muchas ocupaciones. Doña Adriana, quizá con su pensamiento centrado en su lujoso ático recientemente adquirido, aseguró que quince por tres (15x3) daban por resultado 37, y no 45, como creíamos hasta la fecha. No obstante, la impresionante valía personal de la simpática doncella impulsó a ser designada por su protector, descubridor y mentor Pedro Sánchez, vicesecretaria general del PSOE, que es una responsabilidad a tener en cuenta. Por una razón muy sencilla. Ella es la centinela de la pulcritud democrática del nuevo socialismo que, por otra parte, es viejísimo, porque nació en el despacho de Largo Caballero, aquel dirigente del PSOE que no tuvo más remedio, en bien de la humanidad, que ordenar que fueran fusilados muchos de sus adversarios. No lo hizo por maldad, sino por limpieza. Faltaría más.

La demócrata doña Adriana ha pedido el voto a las izquierdas en la elecciones autonómicas andaluzas a celebrar el próximo domingo, 19 de junio. El fundamental argumento no puede ser más democrático: «Para no tener que invadir las calles el lunes 20». Hay que entender a doña Adriana. La señora Lastra es demócrata, pero antes que ello, socialista. Y una buena socialista no acepta que los partidos liberales y conservadores asalten con los votos de los ciudadanos las urnas. Porque, de acuerdo con las encuestas y las previsiones publicadas por los expertos, lo del domingo puede ser interpretado como una agresión de los votos de los andaluces a la democracia de Adriana Lastra. Como buena socialista demócrata, doña Adriana no hace mención a los 680 millones de euros que los socialistas han robado a los trabajadores andaluces. Una buena parte voló a bolsillos particulares y la otra prefirió ser pulida en mariscadas y establecimientos de alterne, o como se decía cuando el lenguaje oficial no era el políticamente correcto, en prostíbulos o casas de putas. Pero es lógico que esa travesura socialista no sea digna de una reflexión del fanal de Ribadesella. Ella renunció a la aritmética con su errada multiplicación, y su cargo actual sólo le exige pureza democrática. Es decir, que si ganan las izquierdas, hay que celebrar la inteligente y libre elección de los andaluces, y si ganan el centro o la derecha, hay que quemar las calles. Y no se trata de una crítica. En el mundo existen dos modelos de democracias. Las occidentales, como las de Alemania, Francia, Portugal, Polonia y los Estados Unidos, –y aún, la de España–, y las democracias socialistas y comunistas como las de Cuba, Venezuela, China y Corea del Norte. Éstas son las democracias que le gustan a doña Adriana, y por ello, no deja de ser demócrata. En estas democracias, al que se manifiesta en la calle se le premia con disparos a la cabeza o 25 años de prisión en las democráticas cárceles venezolanas o cubanas. En España, todavía, por pertenecer al primer bloque de democracias, las manifestaciones, ya sean improvisadas o impulsadas por los partidos que pierden las elecciones, están autorizadas.

De ahí que no comparta las críticas a doña Adriana. Es demócrata de los pies a la cabeza pasando por los muslos. «Si perdemos, arderán las calles». Se trata de una visión quizá excesivamente sesgada de interpretar la democracia.

Pero es lo que hay.

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