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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Sánchez, el primer presidente 'woke'

Es el primero que niega entrevistas a los medios que no son de su órbita y exige que lo interroguen periodistas palmeros

Actualizada 09:31

El término woke está hoy hasta en la sopa. Hay quien rastrea su origen en la jerga de los negros estadounidenses en los años treinta, que empleaban esa palabra como diminutivo de awaken (despierto). En la combativa década de los sesenta la expresión empezó a cobrar más carga política. La gente woke era aquella que estaba al hilo de las últimas tendencias culturales y «despierta» ante las injusticias raciales y las discriminaciones por sexo.

En el presente siglo la cosa se maleó. Lo que había nacido como una forma bienintencionada de denunciar injusticias y proteger a las minorías se convirtió en el látigo de la atosigante ideología que se hace llamar «progresista». El woke degeneró en la subcultura de la cancelación. Hoy opera como una nueva forma de censura, que aspira a prohibir toda crítica o discusión de aquellos valores que los wokistas declaran intocables. Por ejemplo, quien ose cuestionar la ideología «trans» y afirme el hecho biológico de la mujer pasará a sufrir acoso, insultos y pérdida de prestigio social, como le ha ocurrido a J.K. Rowling, la madre de Harry Potter (una importante donante del Partido Laborista, para más señas, aunque ni así se ha salvado de la quema integrista).

Los intelectuales que desafían el autoritarismo ideológico de la izquierda y sus tópicos se ven «cancelados» en los campus, dominados casi siempre por el «progresismo». Por supuesto, una pátina de corrección política lo barniza todo, provocando formas preventivas de autocensura, porque nadie quiere acabar en la pira. El libre intercambio de puntos de vista, que es el motor intelectual que ha hecho que el mundo avance, se oxida y se atasca. En los peores casos, la cancelación acogota también la libertad de prensa. Toda vez que la izquierda está en posesión de la verdad absoluta, ¿qué sentido tiene tolerar un cuarto poder que aspira a controlarla? Corolario: demos alas a la prensa botafumeiro, la de la adulación más acrítica, y castiguemos con el más absoluto desprecio a aquella que todavía se atreve a intentar ejercer la crítica.

Tal es el espíritu de Sánchez, que se ha convertido en el primer presidente woke de España. Solo concede entrevistas a los medios de su cuerda ideológica, marginando a grandes periódicos, comunicadores, radios y cadenas de televisión solo por no ser de izquierdas. Al tiempo, e incurriendo en una sarcástica paradoja, el presidente woke ha comenzado a denunciar que es víctima de una imaginaria conjura mediática, auspiciada por «los poderosos» que pretenden acabar con él.

Feijóo concedió anoche una entrevista a La Sexta, televisión de combate contra su partido. Rajoy también pasó en su día por esos platós al rojo vivo (además de dar entrevistas a El País y la Cadena Ser en varias ocasiones). Ese elemental pluralismo ha desaparecido con el presidente woke, que está perdiendo no solo el sentido del decoro democrático, sino también el del ridículo, al admitir una entrevista-masaje tan servil como la que le acaba de hacer Fortes en TVE. Aquello era como si Bolaños estuviese entrevistando a Sánchez. Resultó una propaganda tan zafia que quizá a la postre haya resultado beneficiosa para los intereses de España, pues con semejante besamanos probablemente el presidente woke perdió más votos de los que ganó.

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