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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Echenique sí puede calumniar

Moraleja: llamar violador a un fallecido o burlarse de las víctimas de ETA es libertad de expresión; cuestionar la ley trans o la falaz memoria democrática, de fascistas

Actualizada 01:30

El 8 de septiembre de 1985, una desalmada llamada Pilar Baeza, natural de Ávila, ayudó a asesinar a su exnovio prestando el arma a su pareja y a un amigo. Fue condenada a 30 años por ser cómplice del crimen, de los cuales solo cumplió siete. Esta criaturita, que acusó sin pruebas a la víctima de haberla violado, terminó siendo la candidata de Podemos a la Alcaldía de Ávila, aberración a la que los abulenses respondieron mandándola a la oposición, con un noveno puesto. La condenada se presentó a unas primarias del partido populista en las que ganó, lo que da buena prueba de la degradación moral de las siglas que la convirtieron en candidata.

Tuvo dos patrocinadores para ascender en el escalafón podemita: Pablo Echenique y Juan Manuel del Olmo, que defendieron la monstruosidad de su ascenso municipal con el argumento de que el chico asesinado había abusado de ella. Jamás hubo ni una prueba que demostrara tal acusación ni el más mínimo indicio ni por supuesto sentencia alguna, pero ambos se jactaron en los medios de comunicación de que la elección de su candidata a alcaldesa era casi una reparación a su sufrimiento.

La familia del agraviado, que recibió cuatro tiros a bocajarro y cuyo cadáver fue encontrado en un pozo tres meses después del vil asesinato ante el silencio culposo de la excelsa podemita, defendieron en los tribunales el honor de la víctima. La sentencia en primera instancia fue condenatoria para Echenique y Olmo, pero el Supremo ha exonerado a la mano derecha de Iglesias y ratificada la condena al segundo, sobre la discutible base de que Pablo tuvo un desliz oral al tener que responder a los periodistas sin tiempo para meditar la contestación y Olmo lo hizo por escrito en Twitter. Abracadabrante.

La misma justicia a la que Echenique ataca porque, según sus delirios, persigue delictivamente a su partido ahora le exime a él a pesar de haber calumniado, con acusaciones atroces, a una persona fallecida. El portavoz de Podemos no ha demostrado jamás amor alguno por el país que le acogió y que le trató la grave minusvalía que padece, de la que ha salido adelante con un tesón admirable, dicho sea de paso. En lugar de agradecer a la sociedad de acogida todo lo hecho, que no es más que una obligación moral con alguien que padece una atrofia muscular espinal casi inhabilitante, ha devuelto a esos nuevos compatriotas paladas de hiel y un resentimiento político impío.

Su lengua viperina solo la emplea para esparcir odio enfermizo contra la mitad de España aprovechándose del Estado garantista en que vivimos y de su condición de diputado, que refuerza su facultad de insultar a todo el mundo. La justicia ya le pilló hurtándole la seguridad social a su asistente, pero ahora se va de rositas después de haber difamado a alguien que no se puede defender, en una suerte de justicia paralela a gusto del diputado comunista. Moraleja: llamar violador a un fallecido o burlarse de las víctimas de ETA es libertad de expresión; cuestionar la ley trans o la falaz memoria democrática es de fascistas, que deben ser perseguidos hasta la cárcel. Palabra de Echenique.

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