¿De qué se ríe Isabel Rodríguez?
La ministra de la Propaganda ejerce de sonrisa del régimen mientras se acumulan las malas noticias para los españoles
El sanchismo será recordado como una etapa de prodigios. Tuvimos una ministra portavoz del Gobierno, Marisu Montero, que era –y es– incapaz de verbalizar de manera articulada cualquier argumento elemental. Sus ruedas de prensa evocaban a Lola Flores cuando se embarullaba en bucle con aquella coña del «¿cómo me las maravillaría yo?». En un momento de crisis, sin duda resulta tranquilizador que la cartera de Hacienda repose en manos de una persona que es médico de formación, que carece de un conocimiento académico sobre la economía y que es incapaz de hablar con claridad. Si no tienes una cabeza mínimamente ordenada, ¿cómo puedes ordenar la hacienda pública? Portentos del sanchismo.
El terremoto Marisu fue sustituida como portavoz por la siempre alegre Isabel Rodríguez García, manchega de 41 años, que jamás ha dado palo al agua fuera de la política. Isabel se afilió a las Juventudes Socialistas, estudió Derecho y a los 23 años se convirtió en la senadora más joven de España. Ole. A partir de ahí, a vivir del PSOE, una empresa que no va a quebrar (aunque si Sánchez palma el año que viene puede pasar cualquier cosa…). Antes de convertirse en la voz del Gobierno, había sido durante dos años alcaldesa de Puertollano, ciudad de 46.000 habitantes. Ese es todo su currículo. Pero es que hoy el PSOE carece de un banquillo de mínima calidad, como se reflejó en el hecho de que aquella fosa abisal llamada Adriana Lastra llegase a ser su número dos.
Isabel Rodríguez es ministra de Política Territorial y portavoz. Pero su auténtico cometido es la Propaganda. Vende las maravillas del sanchismo en entrevistas de cámara en las teles del Orfeón Progresista y en la rueda de prensa del Consejo de Ministros (que en otra de las vergüenzas de esta etapa ha sido convertida en un zafio mitin partidista). La ministra posee una cara guapa, de expresivos ojos oscuros, en la que mantiene de manera permanente una gran sonrisa. Pase lo que pase, Isabel Rodríguez sonríe, como si fuese el jovial holograma de una distopía orwelliana que nos transmite las permanentes buenas nuevas del régimen «progresista».
Pero viéndola, nos preguntamos: ¿de qué se ríe exactamente Isabel? ¿Le hará gracia que ayer, a la misma hora en que ella impartía ufana su mitin semanal, la Autoridad Fiscal independiente anunciaba que España entrará en recesión técnica a comienzos del próximo año? ¿Se reirá de que somos el país con más paro de toda la UE y el único de los grandes que todavía no ha recuperado el PIB previo a la covid? ¿Le divertirá el saber que en España hay colas del hambre como nunca antes, superiores a cuando el New York Times, la biblia progresista, publicaba en 2012 un reportaje alarmista diciendo que los españoles buscaban comida en la basura?
¿Se reirá Isabel de que en la España del Gran Timonel Sánchez el 25,8 % de los jóvenes de 25 a 29 años ni estudian ni trabajan? ¿Se deberá su sonrisa perenne a la paradoja de que con el Gobierno más feminista del orbe resulta que la violencia contra las mujeres está creciendo en España a ritmo de un 11 % (porque al final esa peste se mitiga sobre todo inculcando una moral recta en el corazón de las familias, y no con las turras flipadas y radicales de Irene Moreno y su amiga Pam)? ¿Acaso será la de Isabel una sonrisa cáustica ante la incongruencia de que ella, española de La Mancha, ha acabado embarcada en un Gobierno de España sostenido por los separatistas catalanes y el partido de Chapote?
¿De qué se ríe Isabel Rodríguez? La respuesta es sencilla: se ríe de todos nosotros.