Piqué se forra con España
Aquí el tema no es la cancioncita, sino que Piqué se forra en nombre de España mano a mano con un tipo que parece salido de Sicilia
Shakira ha decidido vengarse de Piqué quien, a la espera de hacer un dúo de réplica con Vargas Llosa, ha aprovechado la coyuntura para llegar a un acuerdo comercial con Casio, fabricante de aquellos relojes con doce melodías por los que hubiéramos matado o muerto todos en los años 80.
Del central barcelonista deberíamos estar hablando por haber participado, con el presidente de la Federación Española de su parte, en el lucrativo negocio de organizar en Riad una final de un campeonato nacional entre el Real Madrid y el Barcelona, que es tan absurdo como organizar un concurso de pulsos en un pueblo de mancos.
Solo supera en ridiculez al asunto la propia participación del susodicho central, un comisionista de un proyecto ajeno que no organiza ni financia ni es suyo pero, por alguna extraña razón, le permite facturar: esa razón solo puede ser Rubiales, que es tan chulo como para llevar el 8, el número del tranvía más castizo con destino a Las Vistillas.
Así que andamos reflexionando sobre la letra de Shakira y la réplica de Piqué, colombiana una, culé el otro y ambos oriundos de Teruel; cuando en nuestras narices se ha perpetrado un pelotazo entre un tipo que parece haber salido de Calabria y otro que solo es español para hacer caja.
Todas las informaciones, audios, declaraciones y contradicciones que acumula Rubiales darían para deportar a cualquier dirigente político de España. Y todos los excesos conocidos de Piqué, con su esposa, con la Selección y con el separatismo; daría igualmente para obligarle a alejar sus zarpas de todo aquello con una mínima relación con el ámbito público y con la representación nacional.
Y, sin embargo, ahí tienen a los dos apañando torneos internacionales en países sospechosos, sin jugarse en el negocio ni un euro, apostando con el dinero ajeno de un club decente, el Real Madrid del gran Florentino Pérez, y otro infame, el FC Barcelona del separatista Laporta; y poniendo el cazo de las ganancias sin riesgo alguno y a costa de una afición con seguridad perpleja.
¿Qué demonios pinta una final de la Supercopa española en Arabia Saudí?
Lo que no tiene justificación siempre lo explica el dinero, esa mercancía que según Juvenal huele bien venga de donde venga, pero en el caso que nos ocupa supera los límites de lo obsceno.
Porque si ya es insoportable que un partido local se juegue bajo el turbante de un jeque millonario; que además lo decida un dirigente federativo más sospechoso que un lobo en un corral de gallinas muertas y que por además se beneficie un listo que ni juega ni es propietario ni directivo de los equipos en liza; alcanza el paroxismo que el especulador en cuestión se haya dedicado durante años a coquetear con el nacionalismo y a despreciar, con la boquita pequeña, a esa España en cuyo nombre ahora se forra.
Que Piqué organizara la Copa Davis tras haber defendido el referéndum ilegal del 1-O ya demuestra que los españoles somos idiotas y dejamos que el mismo tipo que nos escupe nos venda luego un chubasquero caro. Y que ahora se saque un pastizal por ahondar en Riad la vergüenza reciente de ponerse mirando a La Meca en Qatar por un puñado de petrodólares, confirma nuestra estupidez y la hace incurable.
Y ya si eso que le entrevista Ibai Llanos, claro, no sea que un periodista cometa el error de hacer una pregunta seria, comprometida y oportuna sobre todos estos asuntos: donde esté hablar de tontunas y sacarle otro euro más a los incautos, que se quite esa cosa aburrida, medieval y deontológica llamada periodismo.
Aquí la única que ha tenido valor para decir cuatro verdades es Shakira. Que ya está tardando en hacerle otro himno a Rubiales y, si me permite la sugerencia, uno más al patrón de todos. Se llama Pedro Sánchez, y aunque flote como nadie en su Falcon, no vale el Blowing in the wind de Dylan, que ya está inventado.