Un país sensacional con un Gobierno friki
España es (todavía) una de las naciones con mayor calidad de vida del mundo, pero ha quedado en las peores manos
Charlaba días atrás con un inteligente amigo que por motivos laborales le da cada año un par de vueltas a la pelota terráquea. Dada su experiencia viajera, le pregunté cuál es a su juicio el mejor país del mundo para vivir, el de mayor calidad de vida. No titubeó un segundo: «España». Probablemente sea cierto. Por varios motivos:
-El primero, y más importante, es la buena pasta humana de los españoles. Pese a las evidentes excepciones, en general tenemos interiorizado un acusado freno moral, un resorte que nos lleva a detenernos cuando vemos que vamos a cometer una tropelía grave. Esa conciencia, que aflora de manera casi espontánea, es fruto del poso de la moral católica y de la importancia de la familia y sus enseñanzas. El resultado es una nación segura, tranquila y cordial. Por ejemplo, nuestras calles asombran a los hispanoamericanos que llegan aquí por algo que nosotros damos por descontado: puedes caminar sin temor a que te asalten en cualquier instante. Otro signo de un buen talante es cómo hemos acogido a los millones de inmigrantes que han llegado, sin unas fricciones comparables a las de la vecina Francia.
He tenido la ocasión profesional de entrevistar a algunos de los grandes hispanistas británicos. A todos les hacía una pregunta: ¿qué es lo que te atrajo de España para consagrarle su vida? Todos respondían lo mismo: «Vosotros, los españoles».
-España posee una historia casi única. Ha sido una de las naciones más importantes del mundo, un imperio enorme. Una vez que nos vamos sacudiendo la absurda Leyenda Negra –maledicencia de anglosajones y holandeses– deberíamos enorgullecernos de muchos hitos. En España nació por primera vez el contrapeso parlamentario, con los Cura Regia de Alfonso IX, en el año 1188 en León. Allí el pueblo ya pudo elegir a sus representantes al lado de la nobleza y clero. España es el país que inventó en cierto modo los derechos humanos, con la Escuela de Salamanca y con las Nuevas Leyes de 1542, que reconocieron que los indios eran súbditos libres de la Corona (véase como extremo opuesto lo que hicieron los conquistadores anglosajones con los indios de Norteamérica).
-España conserva –todavía– el aprecio por la familia como institución vertebradora de la sociedad. No abundan la frialdad, el desapego emocional y esas terribles soledades casi inevitables en las sociedades nórdicas y anglosajonas. España es un país que sabe tratar a sus abuelos y los respeta (aunque por desgracia cada vez de un modo más utilitario y distanciado). Se trata además una sociedad muy solidaria, como se percibe en la contribución a las misiones y onegés, en las donaciones para trasplantes, en la labor de Cáritas y otras organizaciones filantrópicas, o en la propia red de mutua ayuda familiar.
-España es un país que en los últimos sesenta años ha dado un sensacional estirón económico, y también de servicios del Estado. Su red ferroviaria y de carreteras resulta formidable (véanse las obsoletas infraestructuras de los ingleses, que acaban de paralizar, una vez más, las obras del tren de alta velocidad que debería unir Londres y Manchester). España ha hecho cosas que hace solo cuarenta años parecerían impensables, como contar con las mejores empresas de ingeniería del mundo, o con la primera multinacional de moda. La sanidad pública presenta también un nivel altísimo, como sí saben valorar los extranjeros que acaban de llegar y comienzan a disfrutarla (gratis).
-En España impera una contagiosa alegría de vivir. Se conserva la animación callejera. Se parlotea mucho y con buen humor. Se socializa con el cafeteo, el tapeo y los vinos. Se come –y se bebe– de maravilla. La oferta de alimentos frescos de nuestros supermercados es de las mejores del mundo y los restaurantes se han convertido en un espectáculo, de una variedad sorprendente.
-España es un país de una variedad geográfica increíble. Sin salir de la pequeña Navarra puedes pasar del desierto de las Bardenas Reales al verdor del bosque atlántico de la cuenca del Bidasoa. Tenemos playas y montañas de belleza deslumbrante y un clima benigno y luminoso. Además, el patrimonio histórico es de los más ricos, herencia de un país poderoso, crisol de muchas culturas, y del inmenso legado artístico de la Iglesia y la monarquía católica.
-España atrae cada año a 80 millones de turistas extranjeros. Esa cifra lo dice todo. Algo verán para venir aquí en tropel.
Arrastramos también nuestros defectos, por supuesto. Pero España es un país alucinante. Por eso apena horriblemente el daño que le está haciendo un Gobierno friki que reniega de ella. Un Ejecutivo chalado, el de los «37 géneros y 10 orientaciones sexuales», aliado además con partidos regionales de corte supremacista que aspiran a destruir la nación.
Aviso: la primera acción para cargarse España es cepillarse la familia, la fe católica y el respeto por nuestra cultura y tradición. Y en eso trabajan cada día quienes nos desgobiernan.