Chiqui Montero y Raquel, duelo a la sombra
Desde el laboratorio de disparates de Moncloa debieron llamar al equipo de la ministra de Transportes, y este, para no desairar al jefe, se inventó un crédito ICO de 4.000 millones para financiar la medida
Nos acaba de ofrecer mi compañera Ana Martín una información impagable en El Debate, de esas de toma pan y moja en la olla del sanchismo. Resulta que el presidente que más ministras ha nombrado (y destituido) y que presume de tener «el Gobierno de las mujeres», con tres vicepresidentas a la cabeza, las tiene tan bien informadas que se enteran de sus ocurrencias electorales en el mismísimo escaño donde las colocó. Así que las titulares de Hacienda, María Jesús Montero, y de Transportes, Raquel Sánchez, tuvieron que pedir las sales cuando vieron al Sumo Líder sacar otro conejo de la chistera, esta vez marrón, en forma de 43.000 nuevas viviendas de alquiler asequibles.
No es de extrañar que Chiqui Montero y la ignota Raquel, cuya más importante aportación a los avances en el transporte en España fue mandar a la cornisa cantábrica unos trenes que no cabían por los túneles, se enzarzaran ante la irrealizable promesa del presidente, que se une a otra trola de 50.000 casas del banco malo, ambas falacias electorales de usar y tirar. Parece que la jefa del fisco subió el tono de los reproches, enfadada por no haber sido informada anteriormente. Estas cosas funcionan así: desde el laboratorio de disparates de Moncloa debieron llamar al equipo de la ministra de Transportes, y este, para no desairar al jefe, se inventó un crédito ICO de 4.000 millones para financiar la medida, procedentes de los fondos europeos, que siguen sin llegar a las pymes y autónomos.
Así que dos mujeres del Gobierno de las mujeres, presidido por un feminista de primera que por colocar féminas ha colocado hasta a la suya, y que ha renombrado a su Gabinete como el Consejo de Ministras, cocina las medidas con su núcleo duro, del que de 18 altos cargos solo cuatro son mujeres, es decir, un grupo de «señoros», que diría Irene Montero, todos ellos muy masculinos, que apostillaría Superyol, que son los que de verdad mandan, los que cortan el bacalao, mientras las ministras solo son usadas para posar en la escalinata, hacer pucheritos vestidas de lila como las chicas de la tarta ayer ante la reforma de su bodrio legal y demostrar al mundo que Pedro es un feminista de tomo y lomo, como Ursula von der Leyen sabe bien.
Cómo no deleitarse adivinando ese cruce de reproches entre dos ministras del mismo partido, al estilo de las trifulcas entre Yolanda e Irene, o entre Ione y Margarita. Qué lujo que además el árbitro de esa pendencia fuera Grande-Marlaska, que las miraba espantado. Con la que tiene él encima, habiendo cesado ilegítimamente a un servidor del Estado, como Pérez de los Cobos, ocultando datos al Parlamento europeo sobre el asalto a la valla de Melilla y siendo el ministro más reprobado de la democracia. Que se las ventilen ellas, debió pensar.
Posible es que la discusión acabara en tablas, las tablas de la ley de Sánchez.
MJ Montero: «Mira, Chiqui, no me cargues el muerto, eso de las casas lo pagas tú y los listillos de tu Ministerio, si es que sobrevives al destrozo electoral que con tus trenecitos chapuceros le has hecho a Barbón en Asturias.»
R Sánchez: «No me pases la patata, María Jesús, y apenca con eso. Qué más te da añadir otro muerto a los que ya tienes con buscarle las cosquillas a Ferrovial y achicharrar a las clases medias con tu subida fiscal de 3.144 millones de euros.»
Y todo mientras Marlaska recordaba aquellos tiempos felices de balas y navajitas chorreando tomate, en los que él y Sánchez convocaban urgentemente la comisión de delitos de odio por un presunto ataque homófobo que solo fueron los cuernos de un muchacho a su pareja, gay eso sí, y el orfeón del régimen aplaudía.