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Desde la almenaAna Samboal

La reválida del sanchismo

Él necesita el enfrentamiento directo con Feijóo y, de un modo u otro, aunque parezca desesperado, aunque tenga que hacerlo desde la distancia, lo buscará

Actualizada 01:30

Sabe que no va a ganar. Pero podría seguir gobernando. Hay una opción. Probablemente, esa es la razón por la que Pedro Sánchez ha anticipado la convocatoria de elecciones. El 28-M, el PSOE bajo su mandato ha sufrido una sangría de poder sin precedente, pero la distancia en votos con el PP es de unos setecientos mil. Nada que el hombre que retó a toda la cúpula de Ferraz no se vea capaz de superar.

La asignación de escaños en provincias pequeñas, con dos o tres diputados, le favorece. Tanto como al Partido Popular. No hay más que ver los registros que dejan las últimas elecciones generales para corroborar que es el bipartidismo el que concentra las papeletas suficientes para hacerse con los escaños que las representan en el Congreso. El resto sobra. Si Yolanda no se presenta en Teruel o Ávila, le hace un favor, evita que se le pueda escapar un asiento en el parlamento a los restos. El candidato socialista necesita el cuerpo a cuerpo, el cara a cara con Alberto Núñez Feijóo. Haya o no debate. Tiene que dibujar el marco mental del ciudadano, forzarle a elegir entre dos únicas opciones, rojos o azules.

El problema es que el fenómeno Pedro Sánchez es mucho más que eso. Lo que en la Puerta del Sol, con éxito, han bautizado como «sanchismo», es el alquiler de las siglas de un partido centenario, hacedor de la Transición, a una suerte de arribistas, fuerzas centrífugas y partidos con pasado innombrable: Bildu, ERC, Podemos, Sumar, Errejón, Junts, lo que llegue de la mal llamada España Vaciada, el que pase por la puerta y, por supuesto, el PNV. Esa sopa de siglas, la aglomeración desordenada de todas las minorías habidas y por haber, construyendo por conveniencias particulares una mayoría alternativa a la que sale de las urnas, es la que pone los pelos de punta a una gran parte de los españoles. Incluso a los socialdemócratas de larga tradición.

Frankenstein es lo que le ha dado el Gobierno y lo que se lo puede quitar. Por esa razón, en las siete semanas que nos quedan hasta la cita con las urnas, el presidente y candidato hará todo lo que esté en su mano para que olvidemos su existencia. Tiempo hace que no hay fotos con Irene y sus amigas, que es todo lo que queda de Podemos. Y no las habrá con Yolanda Díaz. Él necesita el enfrentamiento directo con Feijóo y, de un modo u otro, aunque parezca desesperado, aunque tenga que hacerlo desde la distancia, lo buscará.

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