Vox y la siniestra hipocresía
Nada hay en el programa político de Vox que se oponga a la Constitución y a la democracia liberal. La acción directa sigue siendo patrimonio exclusivo de la izquierda radical
En una campaña electoral se suelen combinar la proclamación de las excelencias propias con la denuncia de los horrores ajenos. Huir aquí del maniqueísmo es tarea casi imposible. Pero hay casos, como el actual, en los que los errores y horrores del Gobierno son tan patentes que es natural insistir más en ellos, pues sólo con evitarlos y corregirlos ya habríamos ganado mucho.
El caso de Vox está proporcionando la exhibición de una hipocresía insondable, de una ridícula farsa por parte de la mayoría de la izquierda. Desconfío todo de los rótulos y los estereotipos, así como de las simplificaciones de la geometría política. Prefiero el análisis que deriva de las categorías de la filosofía política clásica, en obras como Las Leyes de Platón o La política de Aristóteles. Tampoco está mal acogerse a Montesquieu o a Tocqueville. Viene esto a cuento, si es que viene, del abuso de la expresión «extrema derecha» en general, y aplicada a Vox en particular. El Diccionario de la Real Academia define lo extremado como lo exagerado, lo excesivo. Pero lo bueno nunca es excesivo ni exagerado. No se puede ser exagerada o excesivamente bueno, noble, sabio, honrado, compasivo, virtuoso, justo.
Si la extrema derecha es el nacionalsocialismo, el fascismo y sus derivados, es evidente que Vox nada tiene que ver con ella. Por lo demás, el falso que el nazismo sea de derechas (es hostil a la tradición europea, al conservadurismo y al liberalismo y se autodenomina como socialista), y muy dudoso que lo sea en general el movimiento fundado por Mussolini quien provenía del Partido Socialista. La derecha se encuentra más bien en el tradicionalismo, el conservadurismo y el liberalismo. El totalitarismo es de izquierdas y vive de la herencia del radicalismo revolucionario. Vox procede de una escisión de la derecha conservadora y liberal del PP.
Por otra parte, nada hay en el programa político de Vox que se oponga a la Constitución y a la democracia liberal. La acción directa sigue siendo patrimonio exclusivo de la izquierda radical. Oponerse a leyes declaradas constitucionales (con mejor, peor o nulo sentido jurídico) no es oponerse a la Constitución. Dos leyes opuestas sobre la misma materia pueden ser igualmente constitucionales. Es constitucional considerar el aborto como delito. También lo es despenalizarlo en algunos casos o en todos. Lo que probablemente no lo sea, a pesar del Tribunal Constitucional, es configurarlo como un derecho. Decir que Vox (y, por cierto, también el PP) se propone eliminar derechos es irrelevante si los que van a «suprimir» no lo son realmente o no deberían serlo.
¿Por qué, entonces, esa desesperada voluntad de identificar a Vox con el Maligno (en el supuesto de que crean en él)? Entran aquí en acción el interés (el particular, no el nacional) y la hipocresía. Para movilizar a una izquierda abatida conviene despertar la alarma ante el fascismo que viene. El horror ajeno. Ya veo Madrid anegado de camisas pardas. No pasarán. ¿Y el PP? Bueno. Lo mismo o casi. El fascismo con rostro aparentemente humano. Frente al terror pardo no hay otra elección: el Frente Popular. Todo muy siglo XXI. Política de bloques: a este lado de la lona, la ultraderecha (PP y Vox). Al otro, el pueblo (PSOE, comunistas y Bildu). Que decidan las urnas.
Y la hipocresía. Uno se pregunta. Si Vox es algo tan pernicioso para la Nación, ¿Por qué el Gobierno y sus aliados en lugar de permitir que el PP gobierne sin ellos donde ha ganado sin mayoría absoluta, le «obligan» a que pacte con el diablo? La respuesta es el interés propio: exhibir la alianza entre el PP y los hermanos díscolos de la extrema derecha. Si no gobiernan ellos, nada les gusta tanto como un Gobierno de coalición PP-Vox. Que no decaiga la siniestra farsa.
No sé si hay una política cristiana. Creo que no. Pero sí hay muchas políticas anticristianas. La Ciudad humana no debe oponerse a la Ciudad de Dios. Pero no son la misma cosa. El hombre no debe esperar la salvación del BOE. No me parece coherente con su fe que un católico vote hoy al PSOE (ni, por supuesto, a sus adherencias a la izquierda). Por lo tanto…