El osado miedoso
El osado tonto intentará hasta el último momento mantener sus mentiras, y lo hará amparado en su equipaje preparado para embarcar con él en el avión del autoexilio, es decir, de la huida
Además de osado, es un psicópata, un mentiroso y un chulo. Se mueve rodeado de centenares de escoltas. Unos escoltas escoltan a Sánchez y otros escoltan a los escoltas de Sánchez. Desprecia a las multitudes con su sonrisa forzada y su palabra vacía, pero las teme. Un político en el poder incapacitado para pisar la calle airada de sus gobernados, no puede pensar en cuatro años presidenciales. Y serán los suyos quienes le traicionen, cuando el horizonte de los pesebres se aproxime a su fin. En la calle se palpa la indignación pero también la risa. Lo segundo es mucho más grave. Un tirano ególatra que inspire el pitorreo carece de porvenir. Sánchez tiene ultimados sus dos planes hasta el mínimo detalle. Por un lado, su permanencia en el poder a cambio de desmembrar España y la igualdad entre los españoles. Por el otro, su planeada fuga para no ser detenido. Se habla, y mucho, de la República Dominicana, que es un Estado estable. Jamás Venezuela, que cualquier día puede explosionar llevándose a Maduro por delante. Existe la prueba y la constancia de más de veinte vuelos sin pasajeros en aviones oficiales a Santo Domingo. Ahí estará bien, porque de encontrarse con españoles, serán españoles de paso, turistas de vacaciones, y ya se sabe que el turista se deja en su lugar de origen las penas, los agravios y los enfados. Un notable psiquiatra me decía hace pocos meses, en el tiempo anterior a su desvarío definitivo, que Sánchez es el prototipo del osado frenético, que se confunde con la osadía inteligente.
«Creo sinceramente que es tonto, y un osado tonto es infinitamente más débil que un osado listo, pero doblemente peligroso». Si la calle, a la que tanto teme y tantísimo le atemoriza, sigue retándole y agobiándole, Sánchez desaparecerá de la noche a la mañana, inesperadamente, dejando a sus sicarios en enaguas silvestres. Y no lo hará en un avión oficial español.
Aterrizará en Madrid un avión marroquí que despegará cuando la calle duerma en un amanecer cálido y vacío rumbo a los azules caribes.
El osado tonto y frenético es aquel que no mide el alcance de sus osadías. Ha prometido tanto a tantos, que serán los receptores de sus promesas los primeros en exigirle su cumplimiento. El delincuente catalán le exigirá la totalidad de su oferta, y el vasco aspirará a recibir, como poco, lo mismo que el catalán. A los canarios, los gallegos y los andaluces los dejará en la cuneta, porque le importan un bledo si ya le han apoyado. Terminará con el PSOE y con Sumar, también en manos de una osada tonta que ha generado en los últimos años más carcajadas que Tip. Perderá piezas de su puzle, y sus huecos terminarán por hacerle renunciar a sus pactos y promesas. El osado listo reconocería sus errores, se despediría de la política y permanecería sin riesgo personal alguno en España, con el rango, las prebendas y los privilegios de un expresidente. Pero el osado tonto intentará hasta el último momento mantener sus mentiras, y lo hará amparado en su equipaje preparado para embarcar con él en el avión del autoexilio, es decir, de la huida.
La calle se ha manifestado en toda España. Del millón largo de manifestantes en Madrid a los diez valientes que se reunieron en Leiza, la localidad navarra vecina de Guipúzcoa donde el 80 por ciento de los votos son proetarras. Sevilla, Valencia, Valladolid, Granada, Córdoba, Santander, Cádiz, Málaga, Castellón, Palma de Mallorca, Gijón, La Coruña… «Bien, y ahora ¿qué?» se pregunta el gran Luis Ventoso. Ahora a seguir. De nada sirven las cifras de un día si no aumentan una semana más tarde. Aborrece la calle, teme a la calle, y la calle siempre termina mandando.
El plan republicano –el destierro injustificado del Rey Juan Carlos tiene mucho que ver con ello– está triunfando. Cuando la calle lo impida, vuelo familiar hacia Santo Domingo. Y los sicarios, en España, abandonados a merced de una Justicia, de nuevo, independiente.
Calle y más calle.