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José María Rotellar

El riesgo de bajar los tipos de interés en la situación económica actual

El BCE y la Fed no pueden volver a fallar como fallaron ante la inflación iniciada en noviembre de 2022

Actualizada 04:30

El Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal, los dos principales bancos centrales a ambos lados del Atlántico, entran en un camino difícil.

Y es difícil porque ambos deben tener cuidado con no frenar la economía innecesariamente, pero también con no recalentarla por excesivas bajadas de tipos. Eso la Fed lo ha tenido claro en las últimas reuniones, pero la incertidumbre y la volatilidad que han introducido las medidas económicas que hasta ahora ha tomado el presidente Trump han pulverizado cualquier escenario, de manera que la Reserva Federal tiene que repensar su política monetaria: los aranceles incrementarán los precios, pero también pueden provocar una recesión, que debilitaría la economía, de forma que la Fed se enfrenta a riesgos que van en distinto sentido. Por su parte, el BCE debe analizar el impacto inflacionista que tendrá, de materializarse, el incremento exponencial de gasto público que Alemania quiere movilizar, así como el conjunto de países de la UE, el primero, para revitalizar su industria –desgraciadamente, con fondos públicos– y su defensa; y los segundos, para incrementar su gasto militar, con el problema de un excesivo endeudamiento si lo dejan fuera del cumplimiento del objetivo de estabilidad.

Así, el BCE ha bajado tipos pero ha endurecido el discurso, aunque tampoco de manera concluyente, al no dejar claro si habrá una o dos bajadas de tipos más, pero abriendo la puerta a que habrá al menos una. Una bajada que puede ser imprudente debido a que la inflación no termina de llegar al objetivo de precios del BCE y a que hay elementos que pueden hacer que los precios suban: por una parte, la ya comentada política fiscal expansiva, tanto de Alemania como del conjunto de países de la UE. Por otro lado, la potencial guerra arancelaria: si Estados Unidos impone aranceles a la UE y esta última contesta, entonces el nivel de precios se elevará también en Europa, de manera que los bancos centrales tendrán que subir tipos. Por ello, añadir ahora otra bajada de tipos no parece lo más aconsejable. En este contexto, el BCE ha rebajado sus previsiones de crecimiento pero ha aumentado las de inflación, que confiere un escenario de incertidumbre y no muy halagüeño. Lagarde, ha estimado el efecto de la guerra arancelaria en medio punto más de inflación y tres décimas menos de crecimiento si la UE no responde; en caso de responder con aranceles, el crecimiento descendería medio punto.

En el otro lado del Atlántico, la Fed ya ha parado su ritmo de bajadas. Su presidente se mantiene cauto ante la guerra arancelaria, ya que el banco central de Estados Unidos estima que puede tener un impacto importante en la subida de precios, que requeriría tipos más altos, aunque también ha expresado que puede ser un fenómeno pasajero. Bien es verdad que también se prevé que ese impacto en precios originado por los aranceles lastre al conjunto de la economía, con lo que una eventual recesión llevaría a relajar tipos.

Como vemos, los principales bancos centrales de ambos lados del Atlántico se enfrentan a potenciales riesgos de signo distinto al mismo tiempo en cada zona. No obstante, el mercado descuenta un freno en las bajadas de tipos de la UE y un mayor nivel de bajadas en la Fed, justo lo contrario que sucedía hasta hace poco. Ello está debilitando al dólar —cosa que quiere la Administración Trump— y fortaleciendo al euro, que junto con los aranceles que imponga Estados Unidos puede perjudicar al sector exterior europeo.

Con una inflación todavía por encima del objetivo de tipos, pese a crecer sobre niveles ya muy elevados; con dos guerras activas que pueden provocar problemas de suministros en algún momento que tensen los precios, aunque haya alguna esperanza de que cesen las contiendas; con la incertidumbre que la política estadounidense está introduciendo, con las posibles repercusiones económicas que ello puede provocar, el BCE no puede relajarse y bajar la guardia o corre el enorme riesgo de provocar un daño todavía mayor a la economía.

Por todo ello, con independencia de que el BCE y la Fed deban estar vigilantes y actuar rápido si cambian las circunstancias económicas, no deberían relajar su política monetaria, porque si lo hacen la inflación puede repuntar, generando un problema de precios todavía mayor al actual, afectando a la economía y al empleo. Nunca deben olvidar que la estabilidad de precios es esencial. Ambos bancos centrales —BCE y Fed— no pueden volver a fallar como fallaron ante la inflación iniciada en noviembre de 2022.

  • José María Rotellar. Profesor de Economía. Director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria.
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