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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Urgente y necesario

De haber vivido y gobernado Pam, mi tío Jacinto habría superado a Oliver Hardy, que era gordo y tampoco homosexual

Actualizada 01:30

España está al borde del abismo. Para ayudar a su estabilidad, Su Santidad recibe al presidente de la Generalidad de Cataluña en el momento más oportuno. Las calles estallan. La economía se desvanece. Golpe de Estado del Gobierno y el Partido Socialista. En Portugal, el primer ministro António Costa dimite por un caso de corrupción. Estos portugueses son muy suyos. Dimiten. Menos mal que, ajenos a todas estas simplezas, tenemos gobernantes que sigue trabajando para España y el bienestar de los españoles. En el caso que nos ocupa, de los españoles gordos homosexuales. A los gordos que no sean homosexuales, que les den morcilla. La secretaria de Estado del Ministerio de Igualdad, Ángela Rodríguez, también conocida por Pam, trabaja en plena confusión por conseguir la normalidad de lo urgente y necesario: «Gordo no se es solamente por lo que se pesa. Gordo es una cuestión profundamente política». Ha presentado un informe de la gordofobia que impera en España, el más grave de sus problemas. «Pido más actores gordos homosexuales en el cine español». Totalmente de acuerdo con ella. El cine español, que salvo excepciones es una porquería de cine, necesita más gordos y gordas homosexuales. Entonces, sí, he logrado entender que ser gordo en España es una cuestión profundamente política. Y he recordado a mi difunto tío bisabuelo, Jacinto Ussía, alavés, gordísimo, gran amante del teatro, cuya única ilusión era rodar una película con Buster Keaton, y fue rechazado por no ser homosexual. No lo eliminaron por gordo, sino por heterosexual, y en este caso concreto, la señorita Pam se equivoca. La cuestión profundamente política que impidió una carrera triunfal de mi tío Jacinto en Hollywood y Madrid fue su heterosexualidad, no su gordura.

Nació con doce kilogramos de peso. En amurrio, su lugar natal, le decían «elefantea txiki», el elefantito. Mi tatarabuela no pudo amamantarlo, porque después de la primera succión, su rebosante y rebosado pecho izquierdo se convirtió en una alubia. Pero el tío Jacinto creció feliz, y como sus padres tenían mucho dinero, le deban de comer lo que el niño demandaba. A los veinte años dio en la báscula militar 167 kilos y se libró de algunas guerras. Pero su ilusión era la de ser actor. Un actor gordo y gracioso. «Su problema, 'Jashintitxu', es que no es homosexual». Efectivamente no lo era. Pero tampoco era un seductor de mujeres. Su única novia, Imanola Urruchurtu, falleció aplastada por el tío Jacinto cuando ella, en un atrevimiento primaveral, le dijo: «Jashintitxu, hazme tuya». Cuando una especie de grúa para el ganado elevó al tío Jacinto para que Imanola pudiera liberarse de su peso, Imanola había fallecido por aplastamiento. Fue muy sentida su muerte en Amurrio, pero al tío Jacinto se le cerraron muchas puertas en el mundo del espectáculo, y más aún, en el cine español, que era mucho mejor que el de ahora, y los actores no exclamaban ni oh ni ah antes de pronunciar cualquier palabra. De haber vivido y gobernado Pam, mi tío Jacinto habría superado a Oliver Hardy, que era gordo y tampoco homosexual.

Ignoro lo que percibe Pam como secretaria de Estado de Igualdad, pero creo que hay que subirle el sueldo. Una mujer que dedica sus horas de trabajo para encontrar la fórmula que termine con el problema profundamente político de los gordos para aplicarla en el cine español –siempre que sean homosexuales– merece nuestro reconocimiento. No todo es amnistía a los delincuentes del terrorismo catalanista, pactos con los terroristas vascos, indultos por doquier, golpe de Estado, derroche del dinero público, y otros asuntos de profundidad política. Ella a lo suyo, a lo urgente y necesario. A imponer en las películas subvencionadas a los actores y actrices gordos y homosexuales para llevar nuestro cine a la más alta atalaya de la cultura.

Bien por Pam.

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