El gas de los cobardes
Algunos hablan de fascismo policial. Nada de eso. El fascismo ha desaparecido. Se trata de comunismo policial, ordenado por superiores comunistas
De todas partes llegaban familias completas con sus Banderas hasta las cercanías de la sede del partido golpista en la calle de Ferraz. Abuelos, padres y nietos. Niños. Y muchos jóvenes. Matrimonios y jubilados. Hombres y mujeres. Españoles pacíficos preocupados y decididos a manifestar con sus voces su alarma por el futuro de España.
Esa misma mañana, el hermano gemelo de Emiliano García-Page se daba de baja del PSOE «por la deriva del Partido». Podría haber añadido «y por la cobardía de mi hermano», pero no hay que pedir peras al olmo. Por la tarde, el CGPJ aprobaba un duro comunicado en el que resumía que la prometida amnistía a los delincuentes catalanes abolía el Estado de Derecho. Golpe de Estado del Gobierno contra la Constitución.
Como en un párrafo de la formidable novela de Agustín de Foxá, «Madrid de Corte a Checa», la Policía identificaba a los manifestantes que llevaban símbolos prohibidos y provocadores, como la Bandera de España. «¡Viva el Rey!» grita un manifestante. En la novela de Foxá, que se inicia durante los últimos meses del Reinado de Alfonso XIII, gritar «¡Viva el Rey!» en plena monarquía era motivo de inmediata detención . En la España de hoy, mostrar una Bandera de España es suficiente para ser interrogado, identificado y advertido.
Se reunieron muchos más manifestantes de los esperados. Marlasca, desde la indigna estancia de su despacho, llamó a su subordinado, el Delegado del Gobierno de Madrid. Un tal Francisco Martín Aguirre. «Hay que actuar con contundencia contra los fascistas que se manifiestan en la calle de Ferraz». Y el Delegado del Gobierno, con mando directo en la Policía Nacional, cumplió a rajatabla la orden recibida. «Si es necesario, utilicen gases lacrimógenos». Martín Aguirre no siente simpatía alguna por los ciudadanos españoles que se enorgullecen de su Bandera. Ya lo dijo, meses atrás, cuando defendió los abrazos y besos de Sánchez y Otegui: « Bildu ha hecho más por España que los patrioteros con pulsera». Hay que ser un miserable para soltar esa salvajada, y seguir en el cargo. Pero la soltó y siguió en el cargo.
La policía gaseó a los manifestantes, fueran ancianos, jóvenes matrimonios, o niños. Gasearon al tuntún, indiscriminadamente. Cumplían órdenes del ministro y el Delegado del Gobierno bolivarianos. En Barcelona no se atrevieron porque había que tratar a los terroristas del «Tsunami» con cuidado y mimo. En Madrid fueron gaseados los pacíficos. Gritar es un desahogo, no una agresión armada. Sindicatos policiales han acusado al Gobierno de ordenarles una represión contundente y gaseada. La Unión Federal de Policía pide en un comunicado el cese inmediato del Delegado del Gobierno en Madrid, el obediente sicario de Marlasca. Y se le acusa de la durísima represión contra los manifestantes pacíficos –gritar no es disparar–, ordenando el uso del gas contra civiles, familias… y niños. Algunos hablan de fascismo policial. Nada de eso. El fascismo ha desaparecido. Se trata de comunismo policial, ordenado por superiores comunistas.
El Ministerio del Interior, en plena crisis histérica, ha redactado una nota en la que justifica el uso del gas lacrimógeno y la contundencia de algunos miembros de la Policía «por la agresividad de los manifestantes».
Agresivos porque llevaban la Bandera que aborrece el Delegado del Gobierno. Botes de humo y gases contra mayores, medianos, hombres, mujeres.. y niños.
Miserables. Cobardes.