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Unas líneasEduardo de Rivas

La desvergüenza del Falcon

La primera vez que pillaron a Sánchez con el Falcon fue un escándalo, pero ya contamos ni sabemos cuántos episodios similares y ha dejado de importarnos

Actualizada 01:30

En España estamos acostumbrados a que nos tomen el pelo. El ciudadano medio tiene una capacidad asombrosa para normalizar las situaciones en las que, principalmente los cargos públicos, abusan de lo que no es suyo, lo asumen como propio y encima te echan en cara que lo critiques.

Se suele decir que lo hacen todos y, como lo hacen todos, no pasa nada. Mientras cada uno de nosotros pagamos religiosamente nuestros impuestos –y ten cuidado con no equivocarte–, los políticos usan ese dinero en su propio beneficio. No hablo de robar, que eso sí es delito, sino de abusar, que se entiende como inherente al cargo.

Algunos (pocos) rechazan los privilegios, otros los utilizan con mesura y uno en particular los criticaba desde la oposición, aseguraba que los retiraría cuando llegara al poder y, una vez en Moncloa, disfruta de ellos como si no hubiera mañana. Y se regodea de ello.

En la última campaña electoral a Sánchez se le criticaba por el uso indiscriminado que hacía del avión presidencial y este le echaba la culpa a Aznar por haberlo comprado. Completamente comprensible. Si el actual presidente decide viajar en Falcon para ver un concierto con su mujer a costa de las arcas del Estado, la responsabilidad es del que gobernaba en Moncloa hace más de 20 años.

También Aznar tiene la culpa de que a quien programa la agenda del presidente se le ocurra poner un acto en Lugo un sábado por la mañana, casualmente media hora antes de que Sánchez intervenga en un mitin del PSOE en la misma ciudad. Un paseíto por un edificio ecológico, un par de frases, un tuit y ya tenemos excusa para que sean los impuestos de los ciudadanos los que paguen el viaje. Así, el PSOE dispone de más fondos para la campaña o para que sus afiliados se vayan de fiesta por La Coruña hasta bien entrada la madrugada.

Este tipo de actuaciones, por ser habituales, ya se entienden como normales. Y ni de lejos se tienen en cuenta a la hora de depositar el voto en la urna. La primera vez que pillaron a Sánchez con el Falcon fue un escándalo, igual que cuando viajó en helicóptero oficial a la boda de su cuñado, pero ya contamos ni sabemos cuántos episodios similares y, como no ha pasado nada, ha dejado de importarnos. Nos da igual (o eso parece), mientras el presidente se aprovecha de ello y desperdicia nuestros impuestos a costa de exprimir cada vez más el bolsillo de los españoles.

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