El honrado Ábalos y el buen Koldo
¿Cómo se puede poner en duda la integridad moral de tan probos servidores públicos? ¡Qué barbaridad!
Cesare Lombroso fue un conocido médico y criminalista italiano del XIX. Su tesis es bien conocida: pensaba que los atributos físicos, en especial las características del rostro, permitían reconocer a un delincuente. Me confieso un poco lombrosiano, de esos que creen que la cara es el espejo del alma. Por eso estoy sorprendido e indignado ante las lenguas maledicentes que siembran dudas sobre don José Luis Ábalos. No hay más que escrutar su faz y escucharlo hablar para concluir que estamos ante el epítome del caballero y un pilar de rectitud moral. Y algo similar me sucede con su fiel ayudante en su etapa ministerial, don Koldo García Izaguirre.
El señor Ábalos se quedó perplejo al conocer la detención por parte de la Guardia Civil de su exasesor y la mujer del mismo, en una redada por supuestas mordidas de más de 40 millones en la venta de mascarillas en plena pandemia a administraciones gobernadas por el PSOE. Menudo susto le dieron los periodistas al comunicarle la noticia en los pasillos del Congreso. «Estoy estupefacto», acertaba a balbucir un sorprendido don José Luis, que se declaraba «muy decepcionado».
Enorme sorpresa la del honrado Ábalos. ¿Quién podía esperar que no fuese trigo limpio un hombre con los magníficos antecedentes del bueno de Koldo, antaño portero de un burdel y de juventud violenta y chanchullera? Resulta muy cansina la saña con que se persigue a estos dos entregados servidores públicos.
En enero de 2020 se armó un pollo cósmico porque el ministro Ábalos, acompañado como siempre por su leal Koldo, se fue un domingo por la noche a la T4 a ver con urgencia a la vicepresidenta de la dictadura de Maduro, Delcy Rodríguez, que tiene prohibido pisar suelo de la UE. Nunca se ha aclarado bien a qué vino aquello. Ábalos ofreció seis versiones diferentes, pasando de negar en redondo el encuentro a reconocer una reunión en una sala VIP del aeropuerto durante una hora. Pero eso no es mentir. Simplemente don José Luis fue «cambiando de opinión», como acostumbra a decir su jefe, nuestro valioso presidente Sánchez Pérez-Castejón (quien por otra parte encargó al entrañable Koldo velar por la custodia de sus avales cuando se presentó a las primarias del PSOE).
La gente es mala, ruin, envidiosa. Ven raro que la empresa tapadera de Koldo empezase a vender mascarillas a sobreprecio siendo su jefe uno de los ministros del equipo gubernamental de emergencia ante la pandemia (y para más señas, el que acabó asumiendo precisamente la compra de ese material sanitario). Esas lenguas viperinas también encuentran sospechoso que el honrado Ábalos eligiese para adquirir las mascarillas a una compañía de solo cuatro empleados, que ingresaba cero euros, pero que acto seguido pasó a facturar 53 millones. Cesado Ábalos, resulta la empresa ya no volvió a vender un peine, retornó a la inanidad. Pero eso es una mera casualidad. Fluctuaciones del libre mercado. Ofende que se le aplique el retorcido colmillo criticón a lo que no fueron más que grandes servicios a la patria en un trance dramático por parte de un magnífico ministro y su equipo de confianza.
También hay quién con mala leche se asombra de que el bueno de Koldo haya acabado siendo dueño de varias propiedades en Benidorm. O de que la mujer del leal asesor fuese fichada también para el Ministerio por Ábalos, cuando su único currículo conocido consistía en un trabajo no detallado «en el sector de grandes superficies». Otros comentan con sonrisa pícara que la tercera mujer de Ábalos pasó de poli municipal en Valencia a asesora de la Delegación del Gobierno en Madrid en cuanto su marido ascendió a ministro. O recuerdan que la susodicha señora cateó las oposiciones para poli en cuatro localidades valencianas, pero por fin aprobó en la capital cuando el buen Ábalos era concejal del PSOE allí. Qué mala baba. A mí todo esto no me parecen más que ejemplos de emprendimiento, gente inquieta que se trabaja duro para prosperar en la vida.
Pero hay una difamación que me irrita por encima de todas las demás. Son esas viles voces fachosféricas que llegan a afirmar que nuestro providencial presidente, el molt honorable Pere Sánchez, estaba al cabo de la calle de las aventuras de Ábalos y Koldo y por eso laminó sin ninguna explicación al ministro el 12 de julio de 2021, purgándolo al mismo tiempo en el PSOE, donde ejercía de secretario de organización. ¡Qué burrada! ¿Cómo se puede sospechar algo así? El presidente progresista, ecologista, feminista y filoseparatista ha explicado perfectamente que la decapitación de Ábalos no tuvo nada de particular. Simplemente formaba parte de una reorganización general del Gobierno y el partido (acometida a toda leche en plena canícula y cuando no había elección alguna en lontananza). Y yo, desde luego, jamás voy a dudar de la palabra del presidente Sánchez Pérez-Castejón, porque nos ha dado pruebas sobradas de su aprecio insobornable por la verdad.
El asesor, chófer y maletero de Ábalos, que pagaba las estancias del ministro en los hoteles a tocateja con billetes que sacaba de un sobre, acaba enchironado por vender mascarillas a sobreprecio cuando su jefe era el ministro que llevaba el tema. Ábalos era el hombre de confianza con el que Sánchez organizó entre tinieblas la maniobra con Junqueras y Otegui para okupar el poder con solo 85 diputados invocando la bandera de la regeneración de la vida pública.
Ya saben: «PSOE, 144 años de honradez». Un saludo a todas y todos, compañeros y compañeras.