El «punto y aparte» de Sánchez, ¡cuerpo a tierra!
Las cartas ya están boca arriba: tras el montaje de la no dimisión, Sánchez anuncia su intención de acogotar a la prensa y a los jueces para blindarse
Dado que han vuelto las dos Españas –si es que alguna vez se fueron–, la mitad de la población no quiere ver la verdad. Pero la evidencia refulge: a las puertas de la Moncloa hemos visto la imagen descarnada de un aprendiz de autócrata. Sánchez anuncia un inquietante «punto y aparte» para a partir de ahora acogotar a la prensa y los jueces y blindarse con un escudo de impunidad. Sánchez contra la democracia. Ese es el titular de una lamentable jornada.
Durante cinco días hemos asistido a un montaje tan burdo como audaz, una patochada insólita, cuyo único objetivo era trazar un cortafuegos en un momento en que las andanzas de su mujer empezaban a quemarle la silla presidencial. ¿Cómo iba a renunciar Sánchez a lo que más quiere del mundo? ¿Cómo iba a dimitir un político que para hacerse con la presidencia ha pisoteado su palabra, se ha aliado con aquellos a los que ayudó a perseguir y ha puesto en marcha un asalto sin precedentes a las instituciones de todos?
Un amigo me lo decía el domingo con una comparación jocosa: «¿Dimitir? ¿Cómo va a dimitir este tío si le gusta más la poltrona que una liana a la mona Chita?». Y sin embargo, el poder mediático de la izquierda en España, su capacidad de influencia, es tal que en la mañana del lunes muchos analistas de la derecha supuestamente avezados ya compraban la mercancía averiada de las terminales socialistas y daban por hecho que se iba.
La jugada de la falsa dimisión en diferido ha mostrado el aplomo con que Sánchez se fuma las reglas no escritas que vivifican una democracia. El divo ha hecho pleno al quince: 1.- Ha engañado a toda España, pues en el momento en que envió su carta surrealista de amor inflamado por Bego ya sabía que no se iba a marchar ni de coña. 2.- Ha utilizado al Rey para revestir su montaje de seriedad, porque se ha ido a comunicarle una gran nada, pues ahí estaba y ahí sigue. 3.- Ha amenazado con un «punto y aparte» de traducción evidente: batería de leyes chavistas para embridar a los disidentes. 4.- Ha completado la jornada con dos de sus clásicos: una lisérgico guiso de Tezanos, militante del PSOE, que lo sitúa casi diez puntos por delante del PP y una entrevista de cámara en TVE con Fortes, uno de sus masajeadores más serviles. En la televisión pública, que pagamos todos, anunció planes de censura a los medios críticos, ante el lamentable silencio de dos periodistas que no plantaron ni una sola objeción.
En su esperpéntica comparecencia matinal, Sánchez mintió hasta en el saludo, pues empezó con un «buenas tardes» a las once de la mañana. Lo que vino a decir es que no es aceptable que existan críticas y denuncias contra él o su familia. Demuestra así que no está dispuesto aceptar un sistema de derechos, libertades y contrapesos.
Vamos con unas nociones de Democracia para Dummies. En España existe la libertad de prensa. Lo que no existe es la censura previa (aunque pronto nos la impondrán con algún tipo de fórmula eufemística). Por lo tanto, los medios son libres a la hora de publicar. Los mecanismos para defenderse de las injurias y difamaciones están previstos en las leyes. Cabe denunciar si se cree que una información es falsa o atenta contra el honor y los jueces actúan. Permitan un ejemplo personal, cuando dirigía Diario 16 en el cambio de siglo fui condenado por publicar un despacho de Efe donde se afirmaba que el dictador Obiang estaba siendo sometido a un tratamiento contra el cáncer. Es decir, la justicia española defendió el honor supuestamente mancillado, incluso cuando el denunciante era un tirano manifiesto. Los medios no podemos publicar falsedades de manera impune. Los tribunales están ahí. Begoña Gómez no se encuentra indefensa. Puede denunciar. No es necesario el matonismo de su marido desde el aparato del poder. Pero ni siquiera ha enviado una carta de rectificación, ni ha querido ofrecer su versión. ¿Por qué?
En lo que se refiere a las informaciones de El Debate, porque todo es cierto. Publicamos que ella era accionista de una empresa en una determinada fecha porque así nos lo confirmó el presidente de la compañía, y al cotejar ese dato con las ayudas del Gobierno, comprobamos que Sánchez había ayudado a la firma en la que su mujer poseía participaciones. Publicamos que el Gobierno apoyó económicamente un proyecto que tenía como directora de uno de sus apartados a Begoña Gómez. Adjuntamos como pruebas el documento de la ayuda pública y un vídeo de la señora Gómez presentando dicho proyecto (por cierto, con una lona con logos del Gobierno tras ella y un cargo del ministerio de Ribera a su lado). Nunca nos han desmentido nada. Y cuando el autor de las informaciones, Alejandro Entrambasaguas, se dirigió a Moncloa pidiendo su versión, solo llegó el silencio. ¿Dónde está la cacería de la «derecha y ultraderecha»? ¿Dónde están los supuestos bulos?
Lo mismo opera con las acusaciones a los jueces. Si Gómez cree que la causa contra ella no se sostiene puede recurrir. Y si la denuncia es tan descabellada como dice Sánchez, se caerá por su propio peso; lo cual no es descartable porque Manos Limpias tampoco es ejemplo de nada. Pero aún así, el problema político seguiría ahí: el tráfico de influencias de Gómez a la sombra de su marido el presidente es inaceptable en una democracia. Por menos perdieron sus puestos el portugués Costa, Boris Johnson y el canciller austríaco Kurz.
Con el «punto y aparte» que anuncia, Sánchez irá a saco contra nuestras libertades (ayer el ministro Puente ya injurió por escrito en Twitter al director de este periódico). A veces casi dan ganas de hacer como el hermanísimo y mudarse a Portugal, porque lo de aquí va a ponerse muy crudo...
Esperemos que la oposición esté unida y a la altura de esta urgencia, porque el autócrata no va a contenerse.