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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El aullador de Campo Grande

En el Gobierno de España, donde abunda la fauna más variopinta y exótica del universo mundo, también tenemos un aullador. El aullador de Campo Grande, la estación ferroviaria de Valladolid

Actualizada 01:30

Durante el inolvidable viaje que cumplí, al mando del gran Miguel De la Quadra-Salcedo y su «Ruta Quetzal» por el Orinoco y el Amazonas, durante una noche acampados en Alter Do Chao, un remanso amazónico cercano a Santarem, los integrantes de la expedición experimentamos el susto del aullador. Del gran mono aullador del Amazonas, que quiebra por la noche la tranquilidad –relativa– de la gran selva. El mono aullador es de considerable tamaño y su aullido resulta estremecedor, si bien su advertencia asusta más por el ruido que por las nueces. Existen diferentes subespecies del mono aullador, que hincha como un globo su tráquea para hacerse notar, y vaya si se nota. Miguel nos tranquilizó: «Le está avisando a otro macho que, de seguir en su territorio, la bronca está asegurada. Pero no va contra nosotros». Y lo que decía Miguel en la selva, iba a misa.

No pretendo caer en comparaciones fáciles, y menos aún, hirientes. Pero en el Gobierno de España, donde abunda la fauna más variopinta y exótica del universo mundo, también tenemos un aullador. El aullador de Campo Grande, la estación ferroviaria de Valladolid. Lo curioso del caso es que no aúlla para advertir. Lo hace para obedecer las consignas de quien le ha situado al frente de un ministerio para que aúlle a sus órdenes, caprichos y estrategias.

La fullera superchería de la trampa, elevada a grosería diplomática e internacional, no ha servido para mucho. El aullador de Campo Grande, siguiendo las instrucciones del reflexivo plañidero, ha insultado al Presidente de una nación más que hermana, que ha despedido por los votos de los argentinos al peronismo kirchneriano, o lo que es igual, al kirchnerismo comunista, a los dirigentes del Estado de los vagos subvencionados que han terminado por arruinar a una de las naciones más ricas del mundo, mientras sus gobernantes y subgobernantes acumulaban ingentes fortunas. Y el aullador de Campo Grande ha acusado al nuevo Presidente argentino, al señor Milei, de drogadicto. La respuesta de la Oficina del Presidente austral ha sido escueta y clara. Al insulto, de gravísimo significado, no ha respondido el agraviado, sino su Oficina, detalle que demuestra un alto nivel de desprecio y distancia. Y la respuesta, en síntesis, ha sido tan escueta y diáfana como un vestido de la Pedroche.

«Deje de insultar a nuestro Presidente que ganó democráticamente las elecciones, y ocúpese de las acusaciones de corrupción sistemáticas de la mujer del suyo, que las perdió y se mantiene en el poder con los votos de los independentistas y terroristas».

Porque de eso se trata. De crear escándalos para fundir en negro las bambalinas del caso «Begoña Gómez», que cada día que pasa más agobia al ocupante del palacio de la Moncloa gracias a los votos de los herederos y militantes del terrorismo que hoy documentan más de novecientas tumbas distribuidas por los cementerios de España. Un aullido, por otra parte, profundamente injusto, innecesario y necio, que afecta a nuestras relaciones con la nación que más inmigrantes españoles ha acogido –¿algo que decir, despiadado ministrillo de Exteriores?–, y con unas necesidades urgentes de inversiones externas para normalizar las obras públicas que no culminaron los anteriores gobiernos por el robo del dinero público que terminó rebosando las cuentas corrientes de sus patéticos y ladrones administradores.

El aullador aullará hasta que la estrategia de desviar la atención de lo que realmente preocupa en la Moncloa, carezca de sentido.

La economía de Argentina, según su Presidente, «está subiendo como el pedo de un buzo», frase que merece mi aplauso y respeto. Mientras tanto, el juez que mantiene como «investigada» – imputada, anteriormente-, a la mujer del plañidero, ha solicitado a la UCO –Guardia Civil–, más seguimientos e informaciones de las actividades económicas de Begoña Gómez, y en España, todavía, hay fiscales y jueces que creen en la Justicia y en la independencia de los tres poderes de una democracia.

Como español, me siento avergonzado por el grosero aullido del aullador de Campo Grande. Pero mi estupor carece de importancia. Lo bueno está por venir cuando se inicie la investigación desde sus orígenes. Sugiero que algo sabrán de ello los primeros en contratarla.

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