Federico
Un valenciano, alicantino o castellonense que defienda o vote a Compromís, es en principio, un mal valenciano, un mal alicantino y un mal castellonense que desea entregarse al separatismo catalán
Ese partido, Compromís, no representa más que al separatismo catalán que quiere entregar el Reino de Valencia a Cataluña. Se trata de un partido desajustado de su tierra, un partido entregado a una ocurrencia de anteayer, como lo es esa cosa de los Países Catalanes. Tendría más sentido el sinsentido al revés, es decir, que Compromís, en lugar de humillarse ante el catalanismo virulento y colonizador, pretendiera sumar al Reino de Valencia a Cataluña. Ahora se están enterando con la OPA del BBVA al Banco de Sabadell. El separatismo catalán y Compromís se sienten atacados por un intento de fusión por absorción del que consideran un banco catalán, cuando en realidad, dejó de serlo en 2017 convirtiéndose en un banco alicantino. Un valenciano, alicantino o castellonense que defienda o vote a Compromís, es en principio, un mal valenciano, un mal alicantino y un mal castellonense que desea entregarse al separatismo catalán, eso tan ajeno y opuesto al sentimiento valenciano. Nadie de Compromís es capaz de sentir emoción –lo contrario–, al leer el poema de autor desconocido de la tumba soñada por un buen hijo del viejo Reino. «Yo quiero para mi tumba»:
La luz de la Malvarrosa;
Mi virgen junto a una rosa,
Mi Cristo, junto a un clavel.
El aroma de la piel
De mi Valencia adorada.
No quiero en mi tumba, nada
De oro, lujo o de apariencia;
Quiero trabajo, decencia,
Amor, y jamás cizaña.
Mi Señera de Valencia,
Y mi Bandera de España.
Y todo este preámbulo para escribir y unirme sin reservas a Federico Jiménez Losantos, que ha sido atacado en la Cámara Alta por un senador de Compromís que dice llamarse –y si lo dice, no hay inconveniente en darlo por correcto–, Enric Morera y Catalá –su segundo apellido lo dice todo–, y de quien carezco de la debida información respecto al deambular de su existencia. El Senador de Compromís, además de insultar a Federico, le ha recordado unas supuestas condenas judiciales que no fueron tales, por haber sido absuelto de todas las querellas y demandas. Se trata de un paso más, colateral y costero, de la obsesión de Sánchez por silenciar las voces libres y soberanas.
Conozco a Federico, culto, inteligente, ingenioso, con un gran talento y más conchas que un galápago de Sumatra. Trabajé con él durante dos años inolvidables en la COPE y con el Grupo Risa, y no resultó tan inolvidable mi colaboración en EsRadio. Su animadversión por la figura del Rey Juan Carlos, obsesiva e injusta, me llevó a abandonar en silencio su radio. Cuestiones personales. Pero no he conocido a un tipo más preparado, en Historia y Literatura, que Federico. Y alejado del micrófono y de sus columnas en El Mundo, es un tipo, en la distancia corta, tan listo y sorprendente como en su trabajo, con un gran sentido del humor y una cordialidad natural y sincera. Ha dado cobijo a colaboradores perfectamente prescindibles, y se ha decantado a favor de un partido –el PP–, tratando con distancia y virulencia a quienes tanto apoyó en un principio –Vox–, que no es el enemigo a batir.
Pero todos tenemos nuestras sombras. Federico es un coloso de la opinión, y como dominador preciso del lenguaje, sabe medir sus voces y sus críticas. Entiendo que al pobre senador de Compromís le encantaría verlo enchironado, sancionado y silenciado, pero no. Federico es un sujeto, y como tal, subjetivo. No presume de objetivo porque es presunción de idiotas. «Yo soy completamente objetivo» dijo un paniaguado del Gobierno. Es decir, como un objeto, un cenicero, una mesa o una silla. Federico conoce como nadie la desfachatez, la criminalidad y la historia del comunismo y el socialismo en España. Él perteneció y militó en la extremísima izquierda. Y por decir su verdad en Cataluña, fue secuestrado, atado a un árbol y herido de un disparo cobarde y brutal en una rodilla. Y así lo abandonaron.
Es él, con todas sus virtudes y defectos, pero imprescindible. Y yo le agradezco su lucha por la libertad, los derechos humanos y su concepto de España. Le envío desde El Debate, que es un periódico libre y creciente, un fuerte abrazo. Muy fuerte y con mucho abrazo.
Y al pobre senador… bueno, ya me entienden.