Defender al Rey, eso sí que hubiese estado bien
Begoña no es cuestión de Estado. La nación y el Rey sí. ¿Dónde estabas, Albares, que no te escuchamos?
¿De qué escuela diplomática salió ese gigante de la petulancia que ahora ocupa la cartera de Exteriores del Reino de España? Porque a nada que hubiese estudiado casos de conflictos diplomáticos entre dos países, sabría que las palabras de Javier Milei, presidente de Argentina, el pasado domingo, no pueden ser argumento de peso y autoridad para retirar a la embajadora de España en aquel país «sine die». Cristina Fernández de Kirchner, como presidenta y vicepresidenta, ofendió a España y a todos los españoles en diversas ocasiones, y no hubo reacción alguna en la sede de la diplomacia española. Maduro insultó reiteradamente a Mariano Rajoy y Hugo Chávez a José María Aznar. Los diplomáticos españoles en todos esos casos optaron por la prudencia y miraron para otro lado.
Todavía encuentro situaciones peores investigando en la hemeroteca: López Obrador, Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Diosdado Cabello, todos ellos «campeones de la democracia», ofendieron e injuriaron con palabra gruesas y calumnias al Rey de España y a la propia nación española en frecuentes ocasiones, algunas muy recientes. Maduro hasta nos adjudicó incluso la muerte y crucifixión de Jesucristo. Ya se sabe que la izquierda no ha paseado mucho por la cultura. Lo sorprendente es que Albares y su jefe, Sánchez, no mostraron inquietud alguna ni exigieron reparaciones ni retiradas de embajadores.
El viejo y sabio refranero popular nos recuerda que «a siervos y a reyes Dios da las mismas leyes». Pues eso, si no defendemos al Rey Felipe, ni a su familia, insultados de manera contumaz por el comunismo antidemocrático, no parece de justicia hacerlo con la esposa del presidente, que sigue siendo una persona privada, o al menos en ello insiste su marido. Así que la ciudadana Begoña Gómez no merece toda la sobreactuación que ayer se desplegó contra Javier Milei y contra la Argentina si en su día nada se hizo en la defensa de la dignidad de la nación española y sus naturales, que somos todos nosotros.
Como elemento de polarización y generador de fango puede estarle sirviendo esta estéril polémica a Sánchez en vísperas de las elecciones europeas. Así no abordamos cuestiones cruciales para nuestro futuro. Por ejemplo, dejamos aparcados los análisis de Cataluña, donde el PSC se ha convertido en un partido nacionalista, alejado de los valores de la Constitución, o tampoco nos ocupamos de la amnistía a los golpistas o de que el fiscal general demuestra un desprecio por los Tribunales, al incumplir sus decisiones. Todo ello dibuja una democracia herida, que es obra del sanchismo. Una obra de mediocridad y ultraje a la cultura democrática. Begoña no es cuestión de Estado, la nación y el Rey sí. ¿Dónde estabas, Albares, que no te escuchamos?