Una generación malacostumbrada
Florentino es el culpable de que hoy los niños no sepan lo que es perder, porque aunque juegue mal, el Madrid acaba ganando
Hubo gente que no vio a su Real Madrid ganar una Copa de Europa hasta que había cumplido 32 años. Mi sobrino tiene 10 y ya tiene tantas Champions como Gento. Como Kroos, como Modric, como Carvajal, como Nacho. Porque el mito blanco, el de las copas en blanco y negro y la falsa leyenda de las ayudas del Estado, ya no está solo. El Trivial tiene que actualizar sus preguntas, porque esa ya no se contesta solo con un nombre.
Uno de los cuatro elegidos estaba destinado a erigirse en protagonista. El más bajito de todos tenía que ser el que derribara el muro alemán, como un ejemplo de sacrificio y de pundonor. Alguien de 1,73 puede marcar de cabeza en una final de Champions porque siempre se puede conseguir todo lo que uno se propone, a base de empeño, de lucha, de esos valores que transmite el ADN del Madrid.
Quién le diría a ese chico de Leganés que colocaba la primera piedra de la Ciudad Real Madrid junto a Alfredo Di Stéfano que un día no solo jugaría en la primera plantilla, sino que levantaría seis Champions. Puede que se lo dijera el gran artífice de aquel megaproyecto, de aquella fantasía que sentó las bases del futuro blanco. Llegó, arregló las cuentas y se fue. Volvió cuando el club lo necesitó y entonces se forjó un hueco en la historia, en la leyenda de un club que era, es y será siempre eterno. Florentino ya es más que Bernabéu, es el culpable de que hoy los niños estén acostumbrados a que siempre se gane, porque aunque vaya perdiendo y juegue mal, el Madrid acaba ganando. A base de pelea, de lucha, de rabia, de pundonor. Eso es el Madrid. Siempre hasta el final.