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06 de julio de 2024

El astrolabioBieito Rubido

Somos una anomalía en Europa

Con la cuestión catalana pasa un poco como con la economía: el PSOE empeora la situación y al PP le toca comerse lo más agrio y arreglar el problema

Actualizada 01:30

Sánchez iba a desinflamar el proceso catalán y resulta que el conflicto resucita de sus cenizas y ya tenemos planteado al resto de España el pleito independentista. Eso se debe en gran medida al hecho de que Sánchez, dispuesto a pagar cualquier precio por mantenerse en la Moncloa, se ha contagiado del radicalismo de la ultraizquierda con la que ha pactado y con un partido xenófobo como Junts que lo tiene chantajeado por siete escaños. En realidad, es el secuestro de la voluntad de un país de 48 millones de habitantes por una minoría de apenas cuatrocientos mil. Esa coerción de los golpistas, que arrasa con los consensos democráticos y que va contra la voluntad de la mayoría de los españoles, convierte a nuestra nación en una anomalía en el conjunto de Europa.

Ya tenemos servido de nuevo el conflicto. Con la cuestión catalana pasa un poco como con la economía: el PSOE empeora la situación y al PP le toca comerse lo más agrio y arreglar el problema. Zapatero prendió fuego a la hoguera de las ensoñaciones independentistas y a Mariano Rajoy le correspondió bailar con la más fea, incluidos los pactos con el infiable Sánchez que impuso aquellos aspectos que convirtieron la aplicación del 155 en una acción estéril.

Ayer, en el Parlamento catalán, ha comenzado una nueva oleada del desafío independentista al proyecto democrático y constitucional del conjunto de los españoles. Renace gracias a los pactos espurios que Sánchez alcanzó con Puigdemont. Una vez más, jugando con el patrimonio de todos para mantenerse él. Le tiene pánico a abandonar el poder. Y eso que los españoles en municipales, autonómicas, generales y europeas le han dicho que no lo quieren. Continúa en el poder por un pacto contra natura. Por eso somos la mayor anomalía en el conjunto de los países europeos. Ahora mismo somos una democracia rara, disfuncional en manos de un aventurero cargado de temores.

Nota final: Por cierto, Rull, Cataluña no es una nación milenaria. Estudia un poco de historia y abandona las fantasías y ensoñaciones que sólo evidencian una ignorancia enciclopédica.

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