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TribunaManuel Martín Lobo

La globalización tiene una larga historia

Hay que darse cuenta de que estos antecedentes fueron preparando la moderna globalización que comenzó en el siglo XIX, al irrumpir las fuerzas económicas que promovieron el comercio, las migraciones y las corrientes del capital

Actualizada 01:30

¿Qué es la globalización? Si hacemos esa pregunta a lo que llamamos 'la gente', es fácil que se nos conteste: «Sí, eso contra lo que se manifestaron en Génova y otros sitios». Sin embargo, el fenómeno de la globalización tiene, como vamos a ver, una ciertamente larga historia. Hay quienes defienden que se debería decir «mundialización», en vez del término acuñado recientemente, pero a ver quién lo cambia ahora. En efecto, globalización hace referencia al «globo» terráqueo, mientras que «mundialización» nos lleva al «mundo», y este ha cambiado con el tiempo. Hay quienes llegan a hablar de los viajes de Marco Polo al Oriente, e incluso se refieren a los pueblos de Asia oriental, de Mesopotamia, de Egipto, Grecia, Cartago, Roma, el islam... cada uno con su «mundo», expandiendo culturas y civilizaciones, técnicas y conocimientos, a su alrededor y más allá, y contribuyendo por tanto a la «mundialización».

Baste recordar también el trasiego de plantas procedentes del lejano oriente y del más cercano, tales como los cerezos, los nísperos, la caña de azúcar.. que ya se conocían en la época romana o poco después. Sedas, jaspes, perlas,... Ya eran síntomas de una mundialización a cierta escala.

Naturalmente comprendemos más fácilmente que después del descubrimiento de América, y también de la ruta del Cabo, hazañas de Colón y de España y Portugal, esa mundialización ya se podía llamar también globalización, no en vano el Emperador Carlos V diera al vasco y español Sebastián Elcano la divisa del 'Primum circumdedisti me', dando la primera vuelta al ¿mundo? ¿al globo terráqueo?...

Trigo –llevado al Perú por una extremeña de Trujillo–, maíz –que hizo el recorrido inverso–, oro de América hacia Sevilla, mercurio de Almadén para obtener la plata del Potosí, el caballo, la patata, el tabaco, el cerdo –al que el profesor Demetrio Ramos consideraba fundamental en la conquista de América por los extremeños– dieron pie al comercio ultramarino, de ultramar, e iniciaron la que llamamos ahora «economía de mercado». Y ya que hemos mencionado a Carlos V, al que tanto apreciamos personalmente, tenemos que recordar que fue el introductor del clavel, que la hizo traer desde Oriente, esa flor tan bella que nos parece que ha sido siempre española.

Hay que darse cuenta de que estos antecedentes fueron preparando la moderna globalización que comenzó en el siglo XIX, al irrumpir las fuerzas económicas que promovieron el comercio, las migraciones y las corrientes del capital, con el liderazgo asumido por la Gran Bretaña en relación con el libre comercio, que fue fundamental. Un ejemplo: en 1846 ese país redujo del 70 al 20% el arancel sobre la importación de granos, lo que dio lugar a una auténtica dispersión de los ingresos hacia el resto del mundo. Europa se benefició igualmente de ello.

De manera análoga las corrientes de trabajo fueron especialmente caudalosas en el siglo XIX. Entre 1870 y 1910 la emigración incrementó un 25% la fuerza de trabajo en Estados Unidos, y la proporción fue incluso mayor en Canadá, Australia y Argentina, con gran impacto en los salarios y la distribución de los ingresos. Las corrientes de capital cumplieron también un papel vital en el desarrollo económico estadounidense, que pasó a ser el primer mercado emergente exitoso.

Después vendría, hasta la primera guerra «mundial» (también desgraciadamente en esto hubo globalización), lo que se llamó la «era dorada» de la globalización del patrón-oro clásico. Y la Gran Depresión, los nacionalismos, ¿reacción a la globalización?

De tal «globalización» no se libraron ni los antecesores de algunos de los que ahora se manifiestan en contra: la Internacional Comunista, el himno de la Internacional: «Proletarios del Mundo, uníos»...

Parece entonces que lo que conviene y se necesita es mejorar la globalización, no tratar de contrarrestarla, yendo a una verdadera economía de mercado, penetrando y desmitificando su verdadero sentido.

  • Manuel Martín Lobo es doctor ingeniero de Montes y Periodista
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