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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Por los pelos

La señora Metsola, apenas consiguió 562 votos. Irene Montero, casi, casi iguala a su adversaria. Obtuvo, de todos los escaños peor olientes, que es más que malolientes, del Parlamento Europeo, 61 votos

Actualizada 01:30

El pasado 16 de julio, día de la Virgen del Carmen –Carmen significa «Jardín de Dios»–, según nos reveló el Obispo de Santander, Monseñor don Arturo Ros Murgadas, que en pocos meses se ha metido en el bolsillo por su sencillez, simpatía y espiritualidad a los montañeses, se celebró en la Comandancia de Marina de Santander, al mando del Capitán de Navío don Jorge Armijo, el tradicional encuentro de las dos imágenes de la Estrella de los Mares, una a bordo de un pesquero abarrotado y la custodiada y venerada en la Comandancia. Centenares de barcos, canoas, botes y otros barcos de pesca, provenientes del puerto del Barrio Pesquero, se detienen ante la Comandancia para entonar la Salve a la Reina de los Mares, la Salve de los marinos de nuestra Armada. La Virgen de los que miran al cielo durante las tempestades en sus navegaciones a sabiendas de su amparo. Lo sintetiza un precioso soneto.

Ya sabemos, Señora del Carmelo,

Que te quedan pequeños los altares.

Sabemos de tu trono por los mares,

De toda tu grandeza por el cielo.

Ya sabemos del aire de tu pelo

Por el perfume blanco a bajamares,

Y sabemos también de tus andares

Por las olas de rítmico revuelo.

Sabemos de tus manos por la brisa,

Sabemos de la sal por tu sonrisa

Y por la tarde azul de tu mirada.

Ya sabemos, Señora, ya sabemos

Que si vemos la mar, a Ti te vemos

Y que al mirarte a Ti, la mar es nada.

El Día del Carmen, Santander se engalana con miles de banderas de España en ventanas, balcones y terrazas. Todo perfecto. Bueno casi perfecto, que es sinónimo de «por los pelos». En uno de los edificios de viviendas que se alzan frente a la Comandancia de Marina, todas sus ventanas con la bandera. Todas… menos la correspondiente a un hijoputa que vive en los pisos altos y colgó una bandera amarilla reivindicando el retorno de los asesinos de la ETA a sus casas. Lo hizo a sabiendas del carácter pacífico de los santanderinos, que no actúan como ellos. De ser al revés, los «valientes defensores del disparo en la nuca» habrían arrasado el piso de su inquilino o propietario. Todo casi perfecto. Con un «casi» tan repugnante como mezquino. Es lo que tienen los «casi». Los describió en su juventud Rubén Darío, en su nicaragüense Metapa natal, hoy bautizada como Ciudad Darío. Esas cosas de los amores repentinos y apasionados que pierden fuerza con el paso de las semanas.

Casi, casi, me quisiste,

Casi, casi te he querido,

Si no es por el casi, casi,

Casi me caso contigo.

En aquella ocasión, no se casó «por los pelos».

Por la tarde, ya en mi casa y en mi pueblo, dediqué toda mi atención a la elección del presidente de la Eurocámara. Se trata de una elección casi siempre –por los pelos–, competida y ajustada. Además, en la presente ocasión se presentaba a la presidencia del Parlamento Europeo una mujer española de prestigio internacional. Irene Montero. Su contrincante, Roberta Metsola, maltesa, tiene un defecto muy acusado. Cuando habla, se entiende lo que dice, privando a los europarlamentarios de hacer toda suerte de jeroglíficos para traducir e interpretar las palabras de nuestra titánica candidata. Y recordé, cuando supe del resultado, aquella retransmisión de la final femenina de saltos de altura, cuando la atleta croata derribó la frágil barra y fue eliminada. «La representante de Croacia ha derribado la barra por los pelos». Mi amigo Escalada, que veía conmigo la apasionante final, comentó: –Tendría que haberse depilado antes de saltar–.

Por los pelos perdió la votación nuestra compatriota. La señora Metsola, apenas consiguió 562 votos. Irene Montero, casi, casi iguala a su adversaria. Obtuvo, de todos los escaños peor olientes, que es más que malolientes, del Parlamento Europeo, 61 votos. Le faltaron para igualar a la señora Metsola apenas 501 votos, casi, casi, por los pelos.

Y me llevé una profunda decepción. Arrastro la tristeza allá por donde me muevo, y he recibido toda clase de pésames.

Un día perfecto el de la Virgen del Carmen… por los pelos. Los del mamarracho del piso alto de Santander y por la injusta victoria de Roberta Metsola. Si yo fuera Irene Montero pediría un nuevo recuento. Tuvo el triunfo al alcance de la mano y se le fue… por los pelos.

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