La hipocresía de la izquierda norteamericana
Buena parte de los congresistas demócratas boicoteó la sesión del Congreso empezando por la vicepresidente Kamala Harris, que tenía que participar en una hermandad de mujeres en Indiana. Esa es la visión que tiene ella de las relaciones con un firme aliado de los Estados Unidos que está en guerra
Esta semana hemos vuelto a tener ejemplos incontestables de la hipocresía de la izquierda en Estados Unidos. Verdaderamente pasmosos. El pasado miércoles Benjamín Netanyahu pronunció un discurso ante una sesión conjunta de las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos. Hizo una presentación razonable de lo que hay que hacer en Gaza y argumentó la guerra justa que está librando el Estado de Israel. Como bien ha argumentado el Wall Street Journal, editorialmente, los israelíes pueden estar orgullosos de ese día; los americanos no tanto.
La actuación en las calles de Washington fue lo nunca visto. El vandalismo arrasó varias zonas de la capital, se quemaron banderas americanas y se sustituyeron por la de la OLP y las de organizaciones terroristas como Hamás y Hizbolá. Hasta en la estatua de Cristóbal Colón se perpetró una pintada en la que se decía «Hamas is comin» («Viene Hamás») falta de ortografía incluida. Por algo dijo Netanyahu desde el Congreso que «muchos manifestantes antiisraelíes escogen alinearse con el mal. Se alinean con Hamás» y les advirtió que «se han convertido oficialmente en los tontos útiles de Irán».
Buena parte de los congresistas demócratas boicoteó la sesión del Congreso empezando por la vicepresidente Kamala Harris, que tenía que participar en una hermandad de mujeres en Indiana. Esa es la visión que tiene ella de las relaciones con un firme aliado de los Estados Unidos que está en guerra. A principios de julio ella había elogiado al movimiento antiisraelí. Y como ella muchos de sus compañeros de bancada que llaman a Netanyahu «criminal de guerra» y boicotean sus actos.
Esto de llamar a Netanyahu «criminal de guerra» tiene matices importantes porque, aunque tiene esa acusación por parte del fiscal del Tribunal Penal Internacional (TPI), el Tribunal como tal no ha emitido un auto y la Corte Internacional de Justicia tampoco ha mencionado a Netanyahu en su último informe sobre Israel.
Toda esta patulea woke-progre del Partido Demócrata aplicó estándares muy diferentes cuando el pasado mes de mayo se ofreció una cena de Estado en la Casa Blanca al presidente de Kenia, William Ruto. Allí sí fue Kamala Harris, además del propio Biden, claro, Obama, los Clinton y para que no faltase nadie Alexander Soros. Todos ellos a pesar de que Ruto fue acusado en 2011 por el TPI de crímenes contra la humanidad. Unos crímenes perpetrados tras las controvertidas elecciones presidenciales de 2007. El TPI consideró en 2016 que era imposible proseguir con el caso por «el acoso a los testigos y el intolerable entrometimiento político» en el caso. Salvo el entorno de Ruto, nadie duda de su responsabilidad en aquellas matanzas. Pero ninguno de esos hipócritas progres norteamericanos dijo una palabra contra aquella visita de Estado con todos los honores.
Ya se sabe, la escala de medir varía según a quién se le aplique. La vida misma.