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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¡Rajoy se ha vuelto loco!

Qué escándalo, no puede continuar ni un minuto más, el clamor es total, las televisiones arden, los tertulianos, a punto de inmolarse a lo bonzo...

Actualizada 11:02

Ferreras interrumpe la tertulia con un respingo de máxima intensidad informativa. «Tenemos una importantísima noticia de última hora», dice abalanzándose sobre el mostrador del escenario, con el ceño fruncido y taladrando la cámara con su mirada: «El presidente Mariano Rajoy ha dimitido». Y añade: «No podía ser de otra manera, dada la ola de escándalos que lo rodeaba. Escándalos de corrupción familiar y en el partido, prácticas abusivas en las instituciones...». Los tertulianos que lo rodean se quitan la palabra unos a otros por ver quién pone a parir al dimisionario con más crudeza.

¿Por qué ha dimitido Rajoy? Pues porque su situación era insostenible. Los medios demandaban su marcha a coro. Las manifas de la izquierda eran diarias, con una gran acampada en Sol y los clásicos «Rodea el Congreso». La sociedad española estaba realmente harta del clima de podredumbre política creado por el presidente.

¿Pero qué ha pasado? ¿Qué ha hecho Rajoy para que España se movilice de esta manera en su contra? Les cuento. En primer lugar, se ha descubierto que a su mujer le regalaron por la cara una cátedra extraordinaria en la Complutense, cerrada en la Moncloa por el rector ante el propio presidente. Además, ella se dedicó a escribirle cartas de recomendación a un empresario amiguete, que acto seguido se forró con contratos del Gobierno de Rajoy.

Pero la cosa no acaba ahí. Un hermano de Mariano, director de orquesta fracasado, sin oficio ni beneficio, ha sido enchufado como director musical de la Diputación de Pontevedra, gobernada por el PP, un cargo inventado para él. El tío le echa tal jeta que no se presenta a currar casi nunca. Teniendo su nómina en una administración pública, declara que vive en Portugal y tributa allí. Además, se dedica a hacer óperas frikis, que su hermano el presidente apoya con fondos europeos, y cuenta con un inexplicado patrimonio de 1,7 millones, que no concuerda con sus ingresos.

A Rajoy le han destapado además un escandalazo de mordidas en la compra de material sanitario, que se hacían desde el Ministerio de Obras Públicas. El trinque se ha llevado por delante a un ministro que era la mano derecha del propio Mariano y al que han tenido que echar del PP a toda leche.

Por si todo esto fuera poco, Rajoy ha colocado al frente del CIS a un miembro de la Ejecutiva del PP, para que publique encuestas trucadas a su favor. En RTVE ha situado a otra militante del PP y los presentadores hablan como hooligans entregados de ese partido. El fiscal general está imputado, porque se ha dedicado a filtrar datos de la pareja de una presidenta autonómica del PSOE, una cacería política instigada por el PP y a la que se ha prestado.

Tranquilos, que queda más morralla. Rajoy ha colonizado el Tribunal Constitucional con sus adeptos, lo que ha aprovechado para corregir al Supremo y amnistiar arbitrariamente los casos Púnica y Gürtel.

La democracia tampoco va con él. Como las informaciones de prensa sobre su familia y las causas judiciales lo han puesto nervioso y colérico, Rajoy ha anunciado leyes para meter en vereda a los periodistas críticos (ante lo que toda la profesión ha salido en tromba contra él y lo ha denunciado en Bruselas). En paralelo, le ha metido un querellazo desde la Abogacía del Estado al juez que instruye el caso de su mujer, acosándolo así de forma abusiva, como si fuese Maduro.

Semejante colección de burradas ha hecho que la sociedad española estalle y diga «¡basta!». Las televisiones arden contra Rajoy. Los tertulianos de izquierdas están a punto de quemarse a lo bonzo en señal de protesta. Los de derechas también lo critican. Los intelectuales firman casi a diario manifiestos de «¡dimisión YA!». La Comisión Europea de Úrsula ha expresado su hartazgo y lo trata como a Orban.

Pero me falta todavía contarles el mayor delirio del presidente Rajoy. Resulta que se ha hecho socio de los separatistas catalanes del golpe de 2017, que él mismo ayudó a parar con el 155. Ha negociado el futuro de España con ellos en secreto en Suiza, en una mesa bilateral con un observador internacional. Y ahora ha rubricado con ERC un acuerdo para hacer presidente de Cataluña al candidato del PP, a cambio de darles un cupo catalán como el vasco y navarro, el exterminio definitivo del español de la vida pública y la escuela catalanas, más embajadas para poner verde a España por el mundo adelante y el inicio del camino hacia un futurible referéndum.

«Rajoy se ha vuelto loco», señalan sin ambages algunos sesudos politólogos. Y cuesta no darles algo de razón. La dimisión estaba cantada. Ningún presidente aguanta cuando tiene en contra a toda la opinión pública, las televisiones y una oposición dura, unida e implacable, como la que ha ejercido Sánchez ante esta catarata de desafueros. La paciencia de España se ha visto desbordada. El presidente que está enfangado en el lodo se ha visto forzado a largarse.

(Todo esto es exactamente lo que pasaría ahora mismo en España si nos gobernase un presidente de derechas).

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