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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Lo más natural del mundo

Ya no hace falta empollar una carrera, ni acumular un cierto prestigio, anímense: todos podemos gozar por la jeta de una cátedra extraordinaria en la Complutense

Actualizada 11:40

Voy a contarles el caso de unos conocidos lejanos, padres de dos hijos, que puede que sea similar a otros que ustedes conocen de primera mano.

Los dos chavales son por lo visto muy majetes, pero el problema es que no acaban de arrancar laboralmente. Al muchacho le dio por elegir la carrera de la música, muy bonita, pero siempre incierta. A la hora de la verdad, cuando se ofreció al mercado, ocurrió que el chico no era el Von Karajan que él creía. Carecía de talento suficiente como para labrarse un futuro en el mundo artístico. Además, tampoco le apetecía orientarse por la salida menos emocionante, la de intentar hacerse profesor en algún conservatorio.

En cuanto a la chica de la casa, su problema estriba en que en su día no le apeteció estudiar. Sus padres contaban con patrimonio como para enviarla a una universidad excelente. Pero ella no estaba por la labor, ni poseía un coco demasiado brillante. Se conformó con un cursillo, una especie de máster en una escuela menor, y lo más a lo que ha llegado es a algún trabajillo ocasional en una consultora.

El resultado es que ahí siguen hijo e hija apalancados en el sofá del hogar paterno, con su bienestar material asegurado, pero con una situación laboral mustia. En su fuero interno, los padres están fritos. El progenitor, de vieja escuela, los culpa a ellos: «No mueven el culo para salir adelante». La madre, nacionalista de izquierdas, tiene otro punto de vista, culpa al «sistema» y a «los empresarios especuladores, que no dan oportunidades a los jóvenes».

Tengo que decirles en cuanto los vea que dejen de preocuparse. Si el hijo músico y la hija diletante y consultora no acaban de salir a flote existe una solución bien sencilla para ambos, al alcance de cualquiera:

Por favor, la hija que llame cuanto antes a la Universidad Complutense de Madrid y pida que le den una «cátedra extraordinaria». De verdad que es así de fácil. No le plantearán problema alguno. Ni siquiera le exigirán un título universitario. Incluso el rector de la Complutense irá con ella a la Moncloa para despachar sobre el tema con el mismísimo presidente del Gobierno, que es lo habitual en estos casos. Además, una vez que esté ya al frente de la cátedra, ella podrá llamar a las multinacionales que desee y todas la apoyarán encantadas en sus proyectos (y además, gratis total). Por último, podrá escribir cartas de recomendación para aquellos amiguetes empresarios que conozca, y acto seguido, por pura casualidad, se dispararán exponencialmente sus contratos con el Gobierno de España. No es nada raro ni turbio. Es lo más natural.

En cuanto al hijo músico, la solución está ahí a la vista. Dejen de perder el tiempo preocupándose. Llamen hoy mismo a la Diputación de Badajoz, olimpo europeo de la música clásica, y el muchacho será contratado de manera inmediata como asesor melómano por el PSOE que allí gobierna. Además, disfrutará de una situación laboral y fiscal bastante cómoda: no tendrá que acudir a currar a la oficina y podrá torear a Hacienda tributando en Portugal. Y si le da el punto de representar alguna ópera friki de función única, el Gobierno de España la apoyará con fondos europeos, por supuesto.

Anímense. Todos nosotros podemos gozar por la jeta de una cátedra extraordinaria en la Complutense. Ya no hace falta empollar una carrera, ni acumular un cierto prestigio. Yo ya estoy llamando, a ver si me dan una para septiembre. Voy sobrao, hasta tengo título universitario...

En resumen, que una vez más tiene toda la razón nuestro presidente, el siempre probo y leal Pedro Sánchez: «No hay caso».

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