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HorizonteRamón Pérez-Maura

La perversión izquierdista del lenguaje

Ni la imaginación más exaltada de Hernández Mancha alcanzó a imaginar que la salida de la Ley de Seguridad Ciudadana no iba a ser la derogación sino la reforma a iniciativa de Bildu con el apoyo del Gobierno del PSOE, como parece, en este minuto del partido, que va a ocurrir

Actualizada 01:30

Esta semana hemos tenido el enorme desagrado del anuncio por parte de Bildu de la reforma de la Ley de Seguridad aprobada en su día por un Gobierno del Partido Popular y bautizada por la oposición, encabezada por el PSOE, como Ley Mordaza. Y esto me ha recordado a un libro muy interesante que acabo de terminar de leer: Secretos de mi partido. Memorias políticas de Antonio Hernández Mancha (Almuzara. Córdoba 2024) Del global del libro hablaré después. Déjenme adelantar lo que tiene que ver con la «Ley Mordaza».

Yo he hablado muchas veces de la perversa manipulación del lenguaje que hace la izquierda y de lo tontamente que se le sigue el juego. Tengo escritas columnas sobre la perversión que fue llamar confinamiento a lo que era una reclusión en tiempos de pandemia. Las tengo también sobre lo escandaloso que me parece que se llame «migración» a lo que es inmigración o emigración y podría poner otros ejemplos. Nos habla en un capítulo de su libro el que fue presidente de Alianza Popular de «La trampa del lenguaje» en la política española, asunto al que dedica uno de los capítulos más extensos de sus memorias, tras recordar a Roland Barthes diciendo que «el significado de las palabras nunca es inocente, porque están ‘preñadas de ideología’».

Así las cosas, como anticipa en este libro Hernández Mancha, «consciente la actual izquierda de su vacío doctrinal, ha sustituido el debate sobre el fondo de toda clase de problemas por un manejo táctico de las formas. Es decir, no importa lo que digan las leyes en su articulado. Lo único que importa es la denominación de la ley, pues su título prejuzga el contenido. De este modo, la Ley de Seguridad Ciudadana, que, por su contenido, ayuda a la Policía y molesta a los delincuentes, es desprestigiada por la izquierda poniéndole el nombre de ‘ley mordaza’. Y, lógicamente, una ley a la que todo el mundo llama ‘ley mordaza’ –incluso la cadena COPE y el ABC– la única salida que le cabe es su derogación.»

Ni la imaginación más exaltada de Hernández Mancha alcanzó a imaginar que la salida no iba a ser la derogación sino la reforma a iniciativa de Bildu con el apoyo del Gobierno del PSOE, como parece, en este minuto del partido, que va a ocurrir.

Déjenme hacer algún apunte más del libro, porque creo que merece la pena. Desde luego discrepo radicalmente del razonamiento prorruso que hace en el capítulo dedicado a la guerra de Ucrania. Pero creo que tiene muchas otras aportaciones que merecen la pena. Por mencionar sólo dos o tres, su denuncia de la doble vara de medir que se aplica a la denuncia del populismo que se emplea contra Trump, pero no contra Putin, su descripción de cómo él expulsó de la gerencia del partido a personajes como Luis Bárcenas que fueron recuperados tras su salida de la presidencia del partido, sus encuentros con Ronald Reagan o Emilio Botín y un par de capítulos absolutamente desternillantes.

En uno de ellos cuenta el autor cómo nada más ser elegido presidente de Alianza Popular tiene un juicio por una denuncia motivada por una supuesta «vulneración de los derechos de los afiliados de Alianza Popular». Hernández Mancha hace el paseíllo en los juzgados de la Plaza de Castilla y se defiende a sí mismo. Nada más empezar la lectura de la denuncia por el secretario, el demandado dice a la juez Manuela Carmena que se conforma con que lea quién le ha denunciado, quién firma la denuncia. Dijo el secretario «firma la denuncia ‘el Guerrero del Antifaz’». Carmena archivó el caso en ese punto. Sin inmutarse. Pero en su juzgado se podía llegar hasta abrir una vista basada en esos elementos.

Y no puedo terminar sin mencionar el desternillante capítulo dedicado a la noche que durmió con Fraga. Él era presidente del partido en Andalucía, estaban de campaña en Almería y llegaron tarde a un hotel acompañados por el gerente local del partido. Reclamaron sus habitaciones y en la recepción les dijeron que solo habían reservado una y el hotel estaba lleno. Mancha mira incrédulo al gerente y éste le dice que como él ha dado orden estricta de que hay que ahorrar… Les recomiendo que lean el resto de la noche en el libro.

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