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Al bate y sin guanteZoé Valdés

Jóvenes

Todos a una para salvar su tierra. Los jóvenes han hecho una gran obra desinteresada de humanidad, deberíamos destacarlo, ¿por qué tratar de encubrirlo?

Actualizada 01:30

«Esta juventud entusiasta es bella. Tiene razón, pero aunque estuviera equivocada, la amaríamos». Lo escribió José Martí, el más grande de todos los cubanos, el apóstol de los versos sencillos. Al ver a los jóvenes españoles esforzados por salvar a los valencianos de la terrible catástrofe de la riada, gota fría, DANA, o como quieran llamarle, he recordado con ternura esa frase.

Han sido más los momentos dolorosos, de pánico, de pérdidas; sin embargo, el esfuerzo de los españoles se ha multiplicado frente a la desgracia. Todos a una para salvar su tierra. Los jóvenes han hecho una gran obra desinteresada de humanidad, deberíamos destacarlo, ¿por qué tratar de encubrirlo?

No obstante, como en casi todo, estuvo presente la tenebrosidad, la envidia, el mal, tuvieron que aparecer los de siempre para lanzar paletadas de basura calumniosa sobre los que intentaban reparar daños con denuedo y coraje. No podía ser todo tan perfecto en un momento en que lo único que la gente anhelaba era que las cosas salieran lo mejor posible y lo más pronto que se pudiera.

Como ya conocerán ustedes, la izquierda no cesa jamás de «convertir el revés en victoria» para beneficio propio y de tal modo adjudicarse el triunfo; la frase citada en entrecomillado –oportunista donde las haya– es de Fidel Castro. Y, sí, es exactamente lo que están haciendo tras ignorar, despreciar, demorar, o sea, después de no hacer nada. Además de importunar, mentir, desviar, insultar; lo típico en cada una sus especialidades.

En lo único que no tardaron fue en sembrar la división, el odio, el desprecio. Empezaron a regar sus bulos, aquellos de que los jóvenes que allí llegaron a montones pertenecían a la ultra extrema derecha, eran temibles fascistas. Poco faltó para que les tildaran de expertos en provocar catástrofes como la que todavía se está viviendo; vamos, franquistas. Franco es el Batista de los muchachos cubanos de mi generación.

Por suerte, estos jóvenes españoles están moldeados de otra arcilla, sin hacer demasiado caso continuaron adelante en el empeño de ayudar, les dio igual; hundidos en el barro dejaron que todo aquel resentimiento ajeno en su contra les resbalara, les traspasara. Hicieron bien ignorándolo. Para mayor educación y templanza, ninguno se detuvo a contestar la estulticia sanchista. Siguieron a brazo partido rompiéndose el cuero por sus mayores, barriendo barro hasta que caían exhaustos donde les tocara el descanso. Esos mayores, también por suerte, les han bendecido.

Hoy todos somos esos firmes jóvenes de revuelta, hoy somos todos los guantes verdes de Ángel, de Iker, Carmen, los de navedelmisterio. Hoy todos somos el gran señor de la gorra hasta los ojos, queriendo pasar anónimo, evitando que se politizara el apoyo, para que nadie juzgara que como el líder que es, se hallase allí por hacer méritos, los que posee per se.

En lo que no podríamos convertirnos de ninguna forma sería en esos políticos que gobiernan España, ni en esa Cruz Roja, liderada por la 'camarada' del 'camaradO', el napoleonchu que mal manda en relaciones exteriores, en los que han ganado millones de millones en apenas un mandato. No podemos ser esos que se hospedan en hoteles de lujo, viajan a tutiplén, cenan como reyes, se burlan con la soberbia que les caracteriza, mientras preguntan desde su corta estatura de privilegiados del poder: «¿Qué puedo hacer por ti? ¿Qué premio te gustaría?» Con tal de silenciarte. No, nunca seremos ellos, no aceptaríamos nada de esos.

El mayor premio que sin esperarlo hemos recibido los españoles, y la humanidad entera, es el ejemplo de esta juventud tan dispuesta, que arrastraba escombros sentada al timón de los tractores de sus padres y abuelos, también la entrega de esas muchachas que cargaron a ancianos en sus brazos, con sus sillas de ruedas, hasta un tercer piso, porque siendo sus cuidadoras consideran a esos viejitos como su familia; esa gente que teniendo un nombre consiguieron velar la fama de un apellido para prestarse hombro con hombro. Jóvenes valientes cuya estirpe se contiene y concentra en pocas frases: amor a la vida, amor a su tierra. Han demostrado que vale la pena defenderles, romper una lanza en su honor, inclinar la cabeza satisfechos frente a su generosa dignidad.

Es por eso que, aunque por momentos esa juventud estuviera equivocada, la amaríamos.

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