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DivisaderoAntonio Pérez Henares

El culpable del abandono y el desamparo eres tú, Pedro Sánchez

En el trágico amanecer de las localidades arrasadas por la DANA, los supervivientes, tras una atroz noche de muerte y pesadilla esperaban la luz del día y confiaban ver aparecer los vehículos y a los uniformados que acudían a su rescate. Y no llegaron

Actualizada 01:30

Mazón y su equipo han sido unos ineptos y unos atolondrados pollos sin cabeza. También la ministra Ribera, la Confederación Hidrográfica del Júcar, y la Aemet incurrieron en errores y desidias atroces. Pero, tú, Pedro Sánchez, y sólo tu, con calculada, fría y cruel vesania, has sido el culpable del abandono y desamparo de las gentes valencianas arrasadas por la tragedia.

Tú, y sólo tú, es quien podía socorrerles, porque tú eres el presidente de España y tu, y sólo tú es quien tiene el mando de quienes podían y querían ampararlos: el Ejército y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, Policía Nacional y Guardia Civil. Y no solo no lo hiciste sino que secundado por tus ministros Margarita Robles y Grande Marlaska, se lo impediste. Y solo y a cuentagotas se fueron enviando lo debería haberse movilizado con total y absoluta urgencia, de inmediato, sin perder ni un instante y sin otra consideración alguna que la necesidad perentoria de hacerlo.

En el trágico amanecer de las localidades arrasadas por la DANA, los supervivientes, tras una atroz noche de muerte y pesadilla esperaban la luz del día y confiaban ver aparecer los vehículos y a los uniformados que acudían a su rescate. Y no llegaron. Ni el segundo ni el tercero, tampoco. Jóvenes con escobas, palas y botellas de agua fueron el primer aliento en medio del barrizal y la angustia. Por que tú, Sánchez, no cumpliste con tu deber como presidente. Peor aún, estabas ya maquinando como sacar rédito a la desesperación y el sufrimiento.

Enhorabuena. Lo has logrado. Tres semanas más tarde, tras aquella huida vergonzosa y el terrible desliz, que ahora intentas tapar a toda costa, donde quedó al descubierto la infamia de la intención «si necesitan más recursos, que los pidan» ya crees tener el «relato», tu mentira, donde querías.

En vez de ayuda, medios, personal, enseres, y todo lo que el Estado podía y debía haber hecho llegar de inmediato y sigue sin llegar como debiera, han sido y mas aún serán, las que haga falta, miles de toneladas de propaganda, de declaraciones, legiones de tertulianos, decenas de comandos especializados en sabotear a los rivales y las muy entrenadas compañías de trompeteros anunciando tu gloria y apostura con la misión de salvarte del cieno. Ya creen tener conseguido el objetivo. Han cargado todo el peso de los muertos y las culpas de la hecatombe sobre las espaldas de tus adversarios y están ya preparando el segundo paso de elevarte a los altares y hasta ponerte una estatua en la zona cero de la catástrofe.

Consideras, una vez más y como ha sido tu seña de identidad y tu norma de conducta y de Gobierno que la mentira se impondrá, se borrará la verdad de la memoria y lavados los cerebros se los rellenará de perfumada basura sectaria. Tienes, tristemente, razones sobradas para creerlo así. Pero aunque no queden apenas quienes se atrevan a decirlo y, quizás con tan solo un poco más de tiempo ya hayas logrado también amordazarlos y que no tengan lugar donde publicarlo, alguno sí te lo diremos y no dejaremos de repetirlo nunca: el culpable del desamparo, de dejar abandonadas a su suerte a esos españoles que nunca lo necesitaron tanto, en medio del fango, la desesperación y la angustia, has sido tú, su presidente, el que tenía la obligación prioritaria de ayudarles. Y ese, con tus cómplices y corifeos secundándote y loando la eficacia y el rédito obtenido con tu infamia, eres tú y nadie más que tú, Pedro Sánchez.

Hasta, si puedes, celebrarás por ello un triunfo. Pero nunca habrá habido un 'triunfo' tan miserable, hediondo y repulsivo como este. Y en el pie de tu pedestal, aunque lo mandes borrar todos los días, quedará impreso para siempre ese infame «Que lo pidan» que retrata a la perfección tu verdadera calaña, presidente.

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