Ya somos una cleptocracia
Aquí estamos en las grandes ligas: el fiscal general del Estado, la mujer del presidente, el hermano del presidente y en cualquier minuto el propio presidente que está preparando un argumentario para justificar que no dimitirá ni aunque lo investiguen directamente a él. O la UCO aporte cualquier prueba
La inverosímil degradación que vive nuestro sistema democrático alcanza cotas que producen pasmo. Mucho se acusó de corrupción a Mariano Rajoy y toda la depravación que se pudo descubrir, la de Luis Bárcenas, era de un cargo medio del partido que tenía unas funciones similares desde 1990. Mucho antes de que Mariano Rajoy llegara a la Presidencia. Lo que no le descarga de responsabilidad in vigilando. Pero a quien había que derribar era a Rajoy. Y la frase metida con calzador en una sentencia para hablar de la corrupción del Partido Popular y provocar la moción de censura en 2018 fue retirada de la sentencia por el Supremo en 2020. Pero la mentira ya había surtido efecto. Y permítaseme decir, con todo el pragmatismo posible, que los únicos partidos que no tienen ni la más mínima corrupción son los que no tienen ni un ápice de poder.
Ahora estamos pasando por una tempestad de corrupción que ha convertido a España en una cleptocracia, que según el diccionario de la Real Academia Española es un «sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos». Y no me negarán que eso exactamente es lo que estamos viviendo. La corrupción del momento presente no afecta a cargos intermedios del PSOE —o tal vez sí, vaya usted a saber, porque con los imputados que tenemos ante nosotros hoy no estamos para prestar atención a personajes secundarios del nivel de Luis Bárcenas—. Aquí estamos en las grandes ligas: el fiscal general del Estado, la mujer del presidente, el hermano del presidente y en cualquier minuto el propio presidente que está preparando un argumentario para justificar que no dimitirá ni aunque lo investiguen directamente a él. O la UCO aporte cualquier prueba. Sus bases siguen comprando el argumento de que hay una confabulación de la fachosfera, de la que forma parte la judicatura en una campaña de lawfare.
Cada uno puede ignorar la realidad como mejor le parezca. Pero España hoy es un país a la deriva por un Gobierno inmerso en la corrupción. Un Gobierno que hasta condecoró al nexo de corrupción de toda la trama. Y cuando se descubre que la Guardia Civil concedió altísimos honores a Víctor de Aldama, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, no hace el más mínimo intento de justificar por qué en su momento se consideró conveniente esa condecoración. No ha sido capaz de presentar un solo mérito que justificara el reconocimiento. Quiero decir que no es incompatible ser un corrupto patológico y al mismo tiempo haber prestado alguna vez un servicio o a haber dado un quedo a la Guardia Civil que hubiera impedido un delito. Si el Ministerio solo conociera la buena acción, pero no las malas, podría entenderse la concesión de la medalla. Pero ni eso han sido capaces de aportar. Lo que ha dicho Grande-Marlaska es que van a ver si le pueden quitar la condecoración al comisionista. Pero esa no es la cuestión, señor ministro. La cuestión es por qué tiene la condecoración Víctor de Aldama. Y para eso no tiene usted respuesta. Porque Aldama es el núcleo de una trama de corrupción que ha llegado más alto en la historia de España.