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Post-itJorge Sanz Casillas

La caverna de Intxaurrondo

Acusan a Elon Musk de «injerencia extranjera» por dos tuits, pero se olvidan de que el futuro laboral de Sánchez lo decide un prófugo desde un pueblo belga

Actualizada 01:30

Hace solo unos días, en el Reino Unido dimitía la secretaria del Tesoro por «sospechas de corrupción». No hizo falta ni que la imputaran. Hace unos meses, el primer ministro del país hizo lo propio tras demostrarse que organizaba fiestas mientras el común de los británicos estaba confinado en casa por culpa de la pandemia. Aquí en España, una tal Francina Armengol fue descubierta haciendo lo mismo mientras era presidenta de Baleares. Hoy Boris Johnson está en su casa, merecidamente, mientras aquí, Paquita Armengol es la tercera autoridad del Estado.

Nos hemos acostumbrado a vivir con este tipo de anormalidades. Hablamos de injerencias extranjeras por dos tuits de Elon Musk, pero no reparamos en que la agenda y el futuro laboral de nuestro presidente se decide en un pueblo de Bélgica, cuando no de Suiza. Se nos llena la boca con la desinformación y los seudomedios mientras Televisión Española tiene como presentadora estrella a una mujer que firmó un manifiesto acusando de «golpismo judicial y mediático» a aquellos periódicos que, como este, observamos falta de ejemplaridad (cuando no indicios delictivos) en los manejos de la familia Sánchez Gómez. Y en ese clima trabajamos. A mí no me mueve ningún odio personal hacia Silvia Intxaurrondo, pues me educaron en el amor al prójimo, pero su libertad para hacer un sayo de la tele de todos es la misma que me ampara a mí para decir que qué vergüenza, que yo no me atrevería a tanto y que ni se me ocurriría hacer una defensa tan encendida de un fiscal general del Estado que pasó de los actos del PSOE a la cima del Ministerio Público sin ducharse antes.

Me niego a fingir normalidad también con que todos los días, en el Canal 24 Horas, Xabier Fortes haga casi siempre la misma revista de prensa, priorizando periódicos próximos a sus estándares ideológicos. Casi todos los días comienza ese repaso con un periódico que tiene 17 veces menos audiencia que este. Y no es una hipérbole: son los datos que ayer mismo nos facilitó el medidor de referencia del mercado, aceptado por todos. No tiene pinta de que yo presente en un futuro La Noche en 24 Horas, creo que no tengo ni el talento ni la dicción para estar dos horas y media delante de una cámara, pero si en mi mano estuviera, jamás haría un resumen tan repetidamente desequilibrado.

Pero esa es la televisión que tenemos, una tele que conforma una especie de mito de la caverna en la que a los españoles se les esconden periódicos y se les presenta como honorables a personajes que deberían estar en su casa o, en su defecto, buscando trabajo fuera de la cosa pública.

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