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Post-itJorge Sanz Casillas

El mayordomo de Begoña Gómez

Tenemos un problema con las pensiones, pero también con los sueldos públicos. O le ponemos coto a la corte del faraón o nos veremos como Argentina

Actualizada 01:30

Salió hace una semana Yolanda Díaz, después de pactar consigo misma la reducción de la jornada laboral, y dijo que no puede haber trabajadores de primera y de segunda. ¡Y que lo digas, Yolanda! Un dato muy sencillo de asimilar: según el Banco de España, los empleados del sector público en nuestro país cobran un 24,97 por ciento más que los del sector privado. Es la mayor diferencia de toda la zona euro, solo por detrás de Luxemburgo. De hecho, en países homologables al nuestro como Portugal o Italia ese dato no pasa del 16 por ciento. Y en Alemania, con todos sus achaques, no llega ni al 1 por ciento.

España tiene un problema con sus pensiones, pues cada año se comen un porcentaje mayor de nuestro presupuesto nacional. Pero hay otro problema latente. O al menos un agravio con el resto de españoles. Y son los sueldos (bastante altos) de aquellos que fuera de la cosa pública no percibirían un dinero similar ni en sus fantasías más húmedas. Gente que, llegado el momento, querrá cobrar una pensión acorde a esa nómina. Seguro que se te viene algún nombre a la cabeza, y no necesariamente famoso.

Quien más, quien menos, conoce algún mando intermedio en alguna Diputación (y no me vale el hermano músico de Pedro Sánchez). Quien más, quien menos, ha tratado a algún subdelegado de alguna subdelegación. O a alguna jefa de gabinete del jefe de gabinete, como Pilar Sánchez Acera, la mujer que mandó a Juan Lobato los correos del novio de Ayuso. Pero yo me estoy acordando ahora de la asesora de Moncloa que pedía dinero a Reale para la cátedra de Begoña Gómez. Esa mujer cobra 49.000 euros al año, que me dirán que no es mucho, pero ya es un 80 por ciento más de lo que cobra el español medio y sin rozar el delito de malversación de caudales públicos, lo cual es llamativo.

Y me acuerdo también de un carguito del Ministerio de Igualdad que mandó una carta a este periódico hace solo unos días, como ya contó Luis Ventoso en una de sus columnas. En aquel escrito, nos afeaba que una noticia estaba cronificando roles de género. En concreto, por usar su mismo dialecto, estaba «contribuyendo a perpetuar la segregación horizontal». Lo cierto es que no era una noticia, sino una publicidad programática de la que te muestran las webs en función de tus búsquedas e intereses, para que veas el nivel de conocimiento que tenía la susodicha. Pero ahí quedó su regañina. Esta mujer, si tienen curiosidad, se llama Cristina Hernández y es directora del Instituto de las Mujeres (pueden buscar su sueldo, que no es pequeño). Me la imagino una tarde cualquiera de diciembre, como aquella en la que nos escribió, volviendo a casa después de ¿trabajar? no más de siete horas y desayunar quizá dos veces. En efecto, cuando dicen que otra España es posible es porque ellos ya la conocen. Es la España de los vividores.

O le ponemos coto a la corte del faraón o nos veremos como Argentina, con medio país trabajando para el otro medio.

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