Barco 'woke' a pique
Lo 'woke' era vacuo desde el principio, aunque eso era lo de menos, pero ya no es útil, sino contraproducente, y por eso se abandona como un pañuelo usado
De rato en rato abandonan el barco woke; otros disimulan todavía, pero van bajando el tono de voz, como quien tembloroso desciende por la escalerilla hacia los botes salvavidas, entre el vértigo y el mareo. Algunos se aferrarán al discurso, pero como quien se agarra a los tablones de un naufragio. La filósofa Susan Neiman viene a cubrirles la retirada con un ensayo titulado Izquierda no es woke. Argumenta que no lo es, para nada, qué va; más bien, lo woke es muy de derechas, afirma impertérrita, algo fascista, de Franco como nos descuidemos. Su tesis: la derecha se aprovechó de la exquisita sensibilidad de izquierdas hacia los oprimidos para colarles de matute mala mercancía muy suya, que ahora Meloni y Trump aprovechan para criticarles y así ganar las elecciones.
No sé yo, la verdad… Sí sabemos el éxodo significativo de la élite empresarial, antes alineada con lo woke, que se traslada a toda prisa al campamento conservador tras la victoria de Trump. Mark Zuckerberg ha desmantelado en un abrir y cerrar de ojos las políticas de diversidad e inclusión de Meta como si fuese una meta volante. Empresas como Amazon, Walmart y Boeing dan volantazos. Bezos, que solía tener con Trump la química de un arma química, ahora se declara «optimista» ante sus promesas de desregulación. Los intelectuales de izquierda les excusan recordándonos que la postura de estos empresarios está marcada por el pragmatismo. Momento para recordar que antes también lo estaría. Aquel supuesto idealismo progresista era atajo para hacer caja.
Preocupa mucho más a los intelectuales de izquierda el desapego incesante de la clase trabajadora, dicen, o de la gente corriente, digo yo, de la agenda woke. Es un rechazo integral, por sentido común o por instinto de supervivencia. La agenda nos arruina económica, demográfica, intelectual y moralmente. Y la izquierda, ahora que está cayendo, ha caído en la cuenta. La prueba es que Sánchez, como todavía no ha caído, no ha caído, pero ya caerá. La izquierda más avisada quiere marcarse un Quevedo con el proletariado. ¿Que qué es un Quevedo? Don Francisco decía que resulta sencillísimo que todas las mujeres vayan detrás de uno: basta con ver hacia dónde se dirigen y ponerse delante corriendo.
Lo woke era vacuo desde el principio, aunque eso era lo de menos, pero ya no es útil, sino contraproducente, y por eso se abandona como un pañuelo usado. Aunque lamentando las víctimas que ha dejado y está dejando, lo celebro con un suspiro de alivio, pero también con cierta aprensión. ¿Qué nueva bandera alzará la izquierda? De lo que estamos seguros es de que será contra nosotros, ya que, como advierte Nicolás Gómez Dávila: «El socialismo es la filosofía de la culpabilidad ajena». Esto es, de la nuestra.
Se discutía mucho hasta ayer mismo si lo woke era marxismo cultural o rendición de la izquierda al individualismo extremo. En realidad, era la mezcla de todo, la adaptación de la lucha de clases al mecanismo triunfante tras la caída del Muro de Berlín para seguir minando los valores de Occidente y amarrarse al machito del poder. Más que de izquierdas y de derechas, habría que hablar de contorsionistas y de derechos o rectos. De quienes se mantienen firmes en la Ética a Nicómaco, la Suma Teológica y las Reflexiones sobre la Revolución Francesa y de a quienes les da lo mismo Juana que su hermana, pero al final frente a lo de siempre. Por eso, cuidado: son muy competentes en lo suyo. Pueden salirnos ahora por cualquier sitio. A ver qué se inventa la izquierda para reinventarse, y seguir en lo mismo: ellos al poder y la manteca, y la culpa nuestra.