Soy de izquierda y hago lo que me da la gana
La excusa de Biden es muy buena: teme la campaña de acoso que ha sufrido su familia. Pero también olvida mencionar el «lawfare» que ha llevado él desde la Presidencia contra Trump, su principal opositor
En medio de la notable toma de posesión de Donald Trump hay algo que ha pasado bastante desapercibido. Un acto que demuestra la amoralidad de Joe Biden y el grado de corrupción que según su perdón presidencial se puede estar ocultando.
El pasado lunes día 20 de enero, a las 11,38 horas de la costa Este de los Estados Unidos, es decir, 22 minutos antes de dejar de ser presidente, Biden firmó indultos preventivos para prácticamente toda su familia por cualquier «ofensa no violenta» que hubieran podido haber cometido sus hermanos y sus consortes desde 2014. Más de once años atrás. Y lo justificó con lo que llamó los «ataques imparables» que se han lanzado contra su familia.
Pero la cosa no acabó ahí. También hubo indulto para los críticos más acervos del presidente Trump. Y recordemos el indulto que otorgó a su hijo Hunter hace un mes. Con un antecedente así resulta muy difícil criticar los perdones que firmó Trump en su primer día de regreso a la Casa Blanca. Entre ellos cientos a los que fueron condenados por el asalto al Capitolio. Y habrá que reconocer que, si este perdón a la familia hubiera sido firmado por un presidente de derecha, el Equipo Nacional de Opinión Sincronizada estaría en este momento incendiado. Pero como Biden es de izquierda, hace lo que le da la gana. La excusa de Biden es muy buena: teme la campaña de acoso que ha sufrido su familia. Pero también olvida mencionar el lawfare que ha llevado él desde la Presidencia contra Trump, su principal opositor.
Porque en España la izquierda habla de lawfare debido a que la Justicia independiente actúa contra el entorno del Gobierno. Pero lo que hemos visto en Estados Unidos es diferente. Allí la Administración Biden fue la primera de la historia en lanzar al Departamento de Justicia sobre un expresidente y principal rival político del presidente. Y una vez que se abre esa vía, nadie se podría quejar de que llegue otro presidente y haga lo mismo. Así que Biden ha decretado perdones presidenciales para todo su entorno con el fin de evitar el daño desencadenado por sus propias actuaciones.
Y no está de menos recordar que la aparentemente arbitraria fecha del 1 de enero de 2014 para fijar la data del comienzo del perdón presidencial casualmente coincide con la investigación en la Cámara de Representantes de cómo en ese año miembros de la familia Biden recibieron dinero de fuentes extranjeras por medio de cuentas no declaradas. El grado de inmoralidad es difícilmente superable. Y Biden sabe que lo puede hacer porque los medios amigos no lo van a denunciar. Y esos medios son la mayoría y están cargando baterías contra la nueva Administración Trump.
Pero yo creo que la mejor conclusión sobre este abuso de poder difícilmente discutible es justo a la que llegaba en su editorial del martes The Wall Street Journal. Apuntaban a que con este perdón Biden puede haber hecho un gran favor a Trump, si es que éste quiere verlo. Con menos rivales políticos contra los que dirigir su respuesta, es menos probable que Trump cometa el error de buscar la venganza. Y así Trump podrá engrandecer su legado si deja que el lawfare muera con la primera Administración que lo aplicó: la de Joe Biden.