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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

La penúltima patochada de un pato cojo

Puede arreglar hoy mismo la subida de las pensiones, pero confiado en la potencia de sus televisiones ha elegido el rollito «a chulo, a mí no me gana nadie»

Actualizada 09:30

En 2008, la economía ficción de ciertos bancos reventó y provocó una aguda crisis en Occidente. ¿Qué había ocurrido? La industria financiera estadounidense había fomentado la concesión de hipotecas a familias que resultaba evidente que no podían devolverlas. Esos créditos-basura se envolvían en un bonito papel de regalo, los derivados, basados en ecuaciones ininteligibles para los propios jefes de los bancos. Una vez bien empaquetado el peligroso bolo, los bancos le ponían un lindo lacito y lo revendían con éxito, cebando una especie de sofisticada pirámide de Ponzi. Hasta que todo estalló.

Me he acordado de la irresponsable alquimia de aquellos bancos porque es la misma técnica que emplea Sánchez en su filibusterismo parlamentario. El Gobierno, que hace un uso abusivo del decreto, mezcla todo en sus decretazos y obliga a tragar el paquete completo, aunque contenga partes indigeribles. Volvió a ocurrir la semana pasada. Pero con una novedad: su anemia parlamentaria y una pataleta de Puigdemont le arruinaron esta vez la añagaza.

Se hacía así patente que en la Moncloa mora un pato cojo, que está en el poder por estar, por pura egolatría y para proteger a su familia de sus líos judiciales. Pero Pato Cojo no se resignó ante su derrota. Ha reaccionado intentando vender la siguiente patochada a través de su potentísima red mediática: los jubilados se van a quedar sin sus pensiones y los viajeros sin sus rebajas por la maldad sin límites de PP y Vox.

Sánchez podría solventar hoy mismo el problema llevando al Congreso solo el apartado de las pensiones. Sería aprobado de inmediato por la derecha. Pero prefiere obcecarse en imponer el paquete completo, porque cree que para tener alguna opción de supervivencia necesita encabronar a la sociedad. «Pa chulo, el menda», viene a decirle a su parroquia.

¿Por qué se atreve abrazar un argumento tan débil, casi ridículo? Pues porque goza de un cuasi monopolio televisivo, donde su propaganda es omnipresente y donde los argumentos de la oposición se ofrecen en segundos y mutilados. Tampoco ayuda, por supuesto, nuestra magnífica oposición, incapaz de que hacer que cale en la sociedad una idea sencillísima: Sánchez ha metido cosas inaceptables en el decreto donde iban las pensiones, en cuando presente solo esa parte, se la aprobaremos; y si no tiene mayoría parlamentaria es porque quiere gobernar sin haber ganado las elecciones, y ese es su problema, no el de la oposición.

La maquinaria del PSOE trabaja muy bien. En buena parte de la sociedad ya ha calado que la pérfida derecha está dejando a los jubilados sin su pasta. El día del varapalo parlamentario del Gobierno, las televisiones de cámara destacaban al líder pavoneándose por Davos y hacían tomas callejeras de urgencia preguntando a la gente por las pensiones y el abono transporte. En el Telediario de TVE aparecían paseantes desinformados soltando hipérboles como que «esto va a hundir a las familias». La realidad es que la subida de enero ya se ha efectuado y la de febrero se recuperará de un modo u otro, porque Sánchez solo quiere provocar y tensionar. No pasa nada y no va a pasar nada.

«Buscaremos los votos hasta debajo de las piedras para subir las pensiones», clamaba ayer Sánchez en un mitin en Canarias (donde sufren un tremendo problema con la inmigración irregular mientras el Gobierno pasa de todo). Épica demagógica de escuela peronista para no encarar la realidad: perdiste las elecciones, eres un rehén de la Loquilandia de Puigdemont y no tienes ni presupuestos.

Un apologista de Sánchez delataba ayer en el periódico de cabecera del PSOE la única salida que le queda: «La clave de fondo de todo lo que está pasando, tal como lo ven en el Gobierno, es la batalla para tumbar a Sánchez. Él está convencido de que no va a perderla, pero a la vez está desplegando todos los resortes para reforzar su poder y prepararse así para dos años duros por su evidente debilidad parlamentaria». Traducción: hay que asaltar lo que haga falta –«todos los resortes»– para conservar a golpe de autocracia un poder que no me dan los votos.

Gracias por la pista, majetones. Aunque me temo que ya lo sabíamos.

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