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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Ponte en Kenya

Albares es reconocible como ministro de Exteriores sólo cuando se enfunda su uniforme de diplomático, que destaca por llevar menos condecoraciones que «El Lute» en premio a su brillante carrera

Actualizada 01:30

Es frase de tertulia de cazadores del Real Club de Monteros. Un socio muy pesado, durante la cena de la entrega del Premio «Jaime de Foxá» en una de sus primeras ediciones, decidió narrar a sus compañeros de mesa —entre los que yo me hallaba—, su reciente Safari en Kenya. Después de una hora densa de pesadez premiosa, el temerario cazador aún seguía en el aeropuerto de Barajas. Y un comensal, a punto del desmayo por el tostón del relato, se dirigió al pelmazo con una petición contundente: —Por favor, ponte en Kenya—.

Un buen amigo de mi padre, viajando en tren desde Sevilla a Madrid, sufrió la desagradable experiencia de un descarrilamiento. El tren se apartó de la vía en Espeluy, provincia de Jaén. Cenó en nuestra casa al día siguiente y nos regaló los pormenores del accidente. Afortunadamente, sin víctimas mortales ni heridos de gravedad. Dieron las 12 de la noche, el entredías, y aún estaba pagando al taxista que le dejó en la antigua estación de Sevilla. Mi padre, que era amable y paciente, bostezaba sin disimulo. Y se creció ante el castigo: —Manolo, si no te importa, aplazamos la segunda parte del accidente para mañana a la hora de comer. A ver si, con suerte, podemos entre todos llegar a la estación de Espeluy—. El accidentado abandonó nuestra casa con abrumadora desilusión.

Nuestro Klemens de Metternich- Winneburg en pequeñito, adorable criatura, émulo del que fuera gran ministro de Asuntos Exteriores del Emperador Francisco I de Austria, enemigo de Napoleón, vencedor de Talleyrand y anfitrión del Congreso de Viena, el ministro Albares, que cuando acude a una cita con otros ministros europeos fuera de España siempre es invitado a acceder por la puerta de servicio, convocó en Madrid una reunión con los embajadores de España en activo para soltarles un discurso. Como hacía el Generalísimo cuando se reunía con los miembros del Consejo Nacional una vez cada año, y del que don José María Pemán escribió que se trataba de un acto en el que los consejeros acudían presurosos a oír el discurso del aconsejado.

Pues nuestro ratonzuelo Albares, se reunió en Madrid con los embajadores de España para soltarles un rollo, una disertación que superó la hora de modorra general, y que algunos embajadores aprovecharon para echar una cabezadita. Las cámaras sorprendieron a algunos de los diplomáticos dormidos o durmiendo, que no es lo mismo, según Cela, cuando en el Senado don Camilo comenzó a roncar y el presidente le llamó la atención: —Señor Cela, está usted durmiendo—; no, señor presidente, estaba dormido. No es lo mismo estar jodido que estar jodiendo—. Y el presidente aceptó la lección con elogiable deportividad.

El que más dormía de los embajadores era el de España en Bélgica. Un embajador, por mucho sueño y cansancio que lleve encima, no debe entregarse a los brazos de Morfeo cuando habla su ministro, y en el caso que nos ocupa, un ministro que destaca por la sagacidad de sus conceptos y la ironía de sus palabras. Todo tiene una explicación. Albares es reconocible como ministro de Exteriores sólo cuando se enfunda su uniforme de diplomático, que destaca por llevar menos condecoraciones que «El Lute» en premio a su brillante carrera. De haber vestido el uniforme, el embajador habría hecho un esfuerzo para no cerrar los ojos, pero vestido de rebajas de Sepu, el ministro aparenta poquísima cosa.

El embajador de España en Bélgica, acreditado ante el Rey de los Belgas y su Gobierno, ha sido destituido por dormir durante el discurso del miniministro. Menos mal que no se trataba de Kim Yong-un, el encantador gordito de Corea del Norte, que mandó fusilar a un general, a la sazón hermano de su putísima madre, por dormir durante un desfile militar.

Albares, que es persona bondadosa, se ha limitado a fulminarlo sin recurrir a las armas, prueba de su inconmensurable bondad y deferencia para con sus subordinados.

Los complejos de inferioridad son así de peligrosos.

A partir de ahora, Albariños, ponte en Kenya.

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