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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Carnívoros y caníbales

La arrogancia de la generación política de Sánchez nos convierte en el menú infantil de los adultos carnívoros

Actualizada 01:30

La política internacional de Sánchez es como la doméstica, pero con idiomas: una improvisación constante, una ceremonia de supervivencia a duras penas, una pose eterna vacua y demagógica y, al final del camino, un peligro para los intereses de España.

Todo ello trufado de una arrogancia espléndida, pero incompatible con los hechos: viaja por el mundo exigiendo sentarse con Trump, cuando no presentándose como su némesis progresista, pero luego llega a casa y no tiene ni el apoyo de su propio Gobierno para pagarle un poco más a los soldados y elevar el gasto militar.

Sánchez es el presidente con menos diputados propios de la historia, el más intervenido, chantajeado y sumiso ante fuerzas políticas residuales que, gracias a él, deciden sin embargo el rumbo de un país con una fórmula sencilla y mafiosa: publicitan sus impuestos revolucionarios, como hacía ETA para lograr financiación, y él los paga para mantenerse en un cargo comprado a cualquier precio.

No es muy distinta su actitud en el mundo: se mete en Palestina, para reconocerla como Estado, pensando en sus delirantes intereses personales e ignorando los efectos negativos en el conflicto; como ahora desafía a Trump para adornar su triste presidencia de la Internacional Socialista, a costa de que Washington empiece a pensar que España es un problema y nos dé un soplamocos, para empezar, con unos aranceles vengativos.

La generación política de Sánchez, la de los Macron, Trudeau y un poco Scholz, no es muy distinta a la del 15M: una colección de niñatos que iba a arreglar el mundo y, al final, solo han mejorado sus propias vidas a costa de las del resto, a quienes han cargado de problemas que no tenían sin solventar ninguno de los que ya padecía.

Hoy se vive peor que hace dos décadas, todo es más caro, la vivienda es imposible, los servicios públicos funcionan peor que nunca, los pequeños negocios mueren torturados, la presión fiscal es asfixiante, la burocracia es la nueva Inquisición, la industria política es el único sector que nunca pierde y además el poder político se ha metido hasta en el último rincón de las vidas del personal, desde un nuevo Catecismo progresista que solo busca enfrentamientos y castraciones.

A Sánchez le aplaude Hamás y le desprecia Trump, y quienes le aguantan están hundidos y de salida, arrasados por el antagonismo entre sus prioridades y la realidad de un mundo mutante que no parece tener sitio para líderes de paja, para niños con corbata ni para talibanes de la progresía inane.

Quizá sea un horror, pero en una nueva era de carnívoros, estos vegetarianos de pose que luego son caníbales con los ciudadanos tienen el mismo futuro que un bollo a la puerta del colegio. El problema es que nosotros también formamos parte del menú infantil.

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