La moción de censura del novio de Jessica
El brutal simbolismo de Jessica ya no desaparecerá de la retina de los ciudadanos: corrupción y prostitución en el núcleo del socialismo sanchista
Esta semana, Mariano Rajoy dio un tremendo repaso al PSOE en el Congreso, «Ustedes han perdido la dignidad por 7 votos», y vapuleó sin piedad a Gabriel Rufián y a Ione Belarra, a los que ya veo votando ansiosos en el futuro en contra de cualquier petición de comparecencia de Mariano Rajoy. Pero unas semanas antes, también en el Congreso y en la presentación del libro con sus discursos parlamentarios, Rajoy denunció el origen de la degradación política que estamos viviendo, aquella farsa de la moción de censura. Aquel montaje en el que el novio de Jessica fue el portavoz del PSOE, como hombre de confianza que era de Pedro Sánchez. Rajoy nos recordó lo que le respondió al novio de Jessica, a aquel faro de la regeneración moral: «¿A qué responde de verdad esta moción que busca amparo en una sentencia, pero no la encuentra? Esta moción no conoce otro motivo que los afanes del Sr. Sánchez».
Como todo lo que vino después, los pactos con Podemos y los nacionalistas, los indultos, la amnistía, la ocupación de las instituciones, el cuestionamiento de la separación de poderes, y ahora, hasta la cesión del control de las fronteras. Todo por los afanes del Sr. Sánchez. Con la misma base ética que aquella moción. Ninguna. Pero con la ayuda de esa mezcla de cierto desconocimiento y algo de indiferencia de la ciudadanía, que ha hecho pasar unas y otras cosas sin que las calles se desborden con las protestas.
Con ese desgaste continuado de Sánchez, pero muy lento, propio del aguante casi inacabable de los votantes socialistas. Hasta que ha llegado Jessica, la novia de Ábalos, como es llamada pudorosamente por la mayoría de los medios. Pero que, como bien tituló Beatriz Becerra, «Jessica no es la novia de Ábalos», categoría que la contención o cierta vergüenza ajena de los españoles ha concedido a la mujer cuya compañía Ábalos ha pagado con dinero público. Prostitución y corrupción en el centro de la cúpula socialista y en el portavoz de la moción de censura y número 2 de Pedro Sánchez.
Con el patético silencio de medios y líderes de izquierdas y de todos los nacionalistas. Ni un solo chistecito de Rufián, tan dado a hacer gracias y frases ocurrentes desde su escaño del Congreso. Ni una proclama de dignidad de Aitor Esteban, ese hombre que votó a favor de la moción de censura para salvar a los españoles de la corrupción. Pero ese silencio no impide que Jessica se haya cargado con una fuerza extraordinaria el mensaje con el que Pedro Sánchez legitimó su asalto al poder en la moción de censura, la lucha contra la corrupción y la limpieza de las instituciones. Y de paso, haya destruido igualmente el supuesto liderazgo de la izquierda en la defensa de la igualdad. Y justamente, con su aparición estelar ante el juez unos días antes del 8-M.
No hay manera ya de que Jessica y su brutal simbolismo desaparezcan de la retina de los ciudadanos. A la oposición le bastaría con la imagen de Jessica para la próxima campaña electoral: corrupción y prostitución en el núcleo de ese socialismo sanchista que está deteriorando las instituciones por los afanes del Sr. Sánchez.