PP y Vox, condenados a entenderse

Esta semana, Mazón ha marcado el camino de lo que será el futuro de España. O de lo que, por lo menos, debería ser y a día de hoy muestran los números. Si la derecha pretende que haya un cambio cuando lleguen las elecciones en 2027, solo hay una forma de conseguirlo, permaneciendo unida como ha ocurrido en Valencia para sacar adelante unos Presupuestos para reconstruir una comunidad arrasada por la dana.

Si hoy fuéramos a las urnas, el PP conseguiría como mucho 143 escaños y se quedaría lejos tanto de la mayoría absoluta como de una teórica opción de gobernar en solitario. No quedaría otra opción en Génova que la de acercarse de alguna manera a Vox y sumar sus 43 diputados si pretende que Sánchez empaquete su colchón de Moncloa. No gusta esa idea en el PP; tampoco demasiado en el entorno de Abascal, que crece más atosigando a los populares que aportando a la causa, pero están condenados a entenderse por el bien del país.

El PSOE ha tocado fondo, pero se quedaría con 124 escaños, tres más de los que tiene ahora mismo. Si con todo lo que ha ocurrido, todavía hay un 63 % de votantes socialistas que repetirían papeleta, hay que asumir que eso no va a cambiar aunque el juez impute al Gobierno en pleno. En la izquierda reina la ceguera y el autoconvencimiento, porque cualquier cosa que ocurra compensará el hecho de que no gobierne la derecha. Por tanto, a Sánchez siempre le quedará la opción de intentar forzar otro acuerdo Frankenstein con independentistas, terroristas y demás rescoldos por tal de mantenerse en el poder. Y lo hará, no les quepa la menor duda, si se queda a un simple escaño de revalidar la presidencia.

Para tratar de conseguirlo todavía tiene dos años y medio por delante. Ahora mismo Sánchez y sus socios no lograrían ni 170 diputados en el Congreso, pero bien se ocupará la maquinaria de propaganda de Moncloa de reducir esa distancia a base de bulos. Así construyen sus relatos para quien se los compra, algo que, por desgracia, ocurre más veces de las que nos pensamos. Por eso solo queda confiar en una derecha que permanezca unida llegado el momento y que no condene al país a otros cuatro años de desgobierno.